Hay batallas que se pierden sin pelearlas, solamente porque nuestra mente fue confundida, hasta el punto que nos hace ver derrotados sin haber peleado. Goliat, con sus palabras, había amedrentado al pueblo hasta infundirle un temor tan grande que los imposibilitó y no pudieron enfrentarlo, rindiéndose a la voluntad del gigante. Esta es el arma que usa el enemigo para imposibilitarnos.

No podemos acobardarnos por las palabras hirientes, palabras de maldición, que han sido desatadas por nuestros enemigos. Al contrario, tenemos que enfrentarlos porque, si no lo hacemos, nuestro propósito se pierde. No hay que prestar atención a lo que dicen los gigantes.



Cerremos nuestros oídos a esas voces llenas de maldad, abriendo los ojos para ver el poder que desciende del Cielo para ayudarnos a enfrentar a los Goliats y derrotarlos.

Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios