La adversidad puede agotarnos, sobre todo cuando se prolonga. A veces pareciera como si nos estuviéramos moviendo de un problema a otro. Entonces, ¿qué debemos hacer cuando pareciera que Dios no estuviera respondiendo nuestras oraciones?

Un rasgo notable del apóstol Pablo era su determinación a permanecer fiel a Cristo en medio de la adversidad. Muchos cristianos se quedan atascados en las dificultades de la vida, porque no entienden lo que Dios está haciendo. Quieren que el Señor los rescate, pero a menudo el deseo de Él es darles “la extraordinaria grandeza” de su poder para enfrentar la tribulación (2 Co 4.7).



Nuestra manera de reaccionar ante las dificultades revela tanto nuestro carácter como nuestro conocimiento de Dios. Es fácil decir: “Confío en el Señor” cuando la vida es buena, pero a menos que reconozcamos que también es soberano, aun en la adversidad, nuestras alabanzas pronto se convertirán en quejas y autocompasión. Rendirse no parece una forma de avanzar en medio de las adversidades, pero es esencial. De lo contrario, podemos encontrarnos resistiendo los planes del Señor.

Servimos a un Dios digno de nuestra fe y confianza. Cada prueba es una oportunidad para que la luz de Cristo brille a través de nosotros. También es uno de los medios que Dios usa para madurar nuestra fe, conformarnos a la semejanza de su Hijo y cumplir su plan especial para nuestra vida.



Si confiamos en la fidelidad y la suficiencia del Señor, escogeremos enfocarnos en Él, sabiendo que las aflicciones pasajeras producen en nosotros “un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación” (2 Co 4:17 LBLA).

Fuente: Encontacto.org