Los creyentes siempre estamos bajo la gracia y el amor de Dios. Nada de lo que hagamos puede cambiarlo. Al mismo tiempo, nuestra conducta y la condición de nuestro corazón determinan si recibimos o no sus bendiciones. Veamos, entonces, lo que enseña la Biblia acerca de cómo experimentar el favor del Padre.

Primero, Dios desea que tengamos un corazón contrito y un espíritu humilde (Sal 51.17). Para que así sea, debemos entregar todos los aspectos de nuestra vida a Cristo. Sin embargo, algunos sueños, deseos y personas son difíciles de dejar en sus manos. Cualquier cosa que no entreguemos a su autoridad es evidencia de orgullo, que es, ni más ni menos, lo opuesto a lo que nuestro Padre quiere de sus hijos. Recuerde que “Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes” (Stg 4.6). La falta de sumisión demuestra que creemos que nuestro camino es el mejor.



Segundo, Dios nos dice que temblemos ante su Palabra (Is 66.2). La Biblia es viva y poderosa para enseñarnos y transformarnos. Considere cómo tratamos este tesoro. ¿Dedicamos tiempo cada día para saber lo que dice y cómo aplicar sus preceptos? ¿Tenemos hambre de la Palabra para que podamos conocer mejor a su Creador? Una medida de nuestra reverencia es la obediencia; por tanto, para honrar al Señor debemos obedecerlo.

Todos deseamos el favor de Dios. ¿Vive usted de tal manera que le posiciona para ser bendecido? Considere con sinceridad si ha sometido todos los aspectos de su vida a Jesucristo, desde sus recursos materiales y salud, hasta sus relaciones y hábitos de trabajo. Reconozca la autoridad del Señor en todas las cosas, y tenga reverencia delante de su Palabra.