La traición es una de las experiencias más dolorosas de la vida. Aunque los extraños puedan rechazarnos, burlarse o ridiculizarnos, solo a quienes amamos o en quienes confiamos pueden traicionarnos, y eso es lo que hace tan dolorosa la traición. Esto es justo lo que sentía David cuando escribió el Salmo 41. Sus enemigos hablaron falsedad contra él, pero lo que es peor aún, un amigo se volvió contra él (Sal 41.9).

Cuando los amigos chismean de nosotros, haciendo insinuaciones de que hemos actuado mal, o diciendo mentiras, ¿qué podemos hacer? Una buena reputación es muy difícil de recuperar después de haber sido arruinada. Y es devastador si un amigo tras otro cree el chisme y se aleja de nosotros.



Algo que debemos tener en mente es que nuestros amigos y familiares son imperfectos y pecadores; por consiguiente, son propensos a cometer errores, creer mentiras y lastimarse unos a otros. Y para ser sinceros, tenemos que reconocer que lo mismo sucede con nosotros. Sin embargo, esto no niega el dolor que sentimos o el daño que se nos ha hecho.

Entonces, ¿cómo podemos manejar el rechazo y la traición de una manera piadosa? En primer lugar, no debemos negar el dolor, ni dejar que domine y arruine nuestra vida con ansiedad, amargura, ira o deseo de venganza. Segundo, podemos llevar el asunto a Dios y pedirle que nos proteja, nos sostenga y nos sane (Sal 41.2-4).



Aunque no sepamos por qué permitió el Señor la traición, experimentarla nos enseña a buscar la aprobación de Él en vez de la de los hombres. La vindicación puede no venir en esta vida, pero será revelada en la eternidad, cuando la alabanza de cada cual será dada por Dios.

Fuente Encontacto.org