Se han convertido en el mejor reclamo de marcas de moda, belleza y estilo de vida para mostrar sus productos a un público millennial, omnipresente en internet.

Un fenómeno hegemónico de influencers, expertos en ‘me gusta’ y hashtags, relativamente nuevo, que moverá, según los expertos, hasta 18 millones de euros en 2020.



Quizá por eso, nombres como los de Chiara Ferragni, Olivia Palermo o Kim Kardashian son sinónimo de éxito para las firmas que logran colarse en sus vidas por la repercusión que tienen en sus millones de seguidores.

Sin embargo, pese a su situación privilegiada, el estatus de este grupo de personas podría estar en peligro al surgir, del otro lado del Atlántico, un movimiento capaz de hacerles frente con una estrategia en la que los corazones y las cifras astronómicas pasan a un segundo plano, en favor del amor por el producto. ¿Su nombre? Los evangelizadores, un colectivo ‘sin ánimo de lucro’ que acaba de aterrizar en nuestro país de la mano de las empresas tecnológicas más punteras y que promete llegar al resto de sectores en los próximos meses.



Han hecho tambalearse los pilares del marketing más tradicional, hasta el punto que a día de hoy el 85% de las marcas afirman trabajar con influencers.

Atrás quedaron las inversiones publicitarias en prensa de papel, radio o televisión. Hoy internet ha desbancado a los medios de antaño por el poder de los influencers. «Las marcas de moda, principalmente, ya ven este canal como el primer canal medible de generación de ventas y creación de nuevos clientes.

Los seguidores quieren ser como sus ídolos y buscan la prenda que ellos etiquetan», explica Isabel Muñiz Calaf, Profesora de ESIC, del Máster en Marketing de Moda. «El efecto llamada es real y hay innumerables casos de prendas mencionadas por influencers que se han agotado en 24 horas. Esto con la publicidad tradicional no era posible medirlo», añade ésta.

Sin embargo, pese a su posición hegemónica, poco a poco, muchas de estas cuentas están perdiendo credibilidad de cara a sus ‘clientes’ debido a la compra de seguidores, su desvinculación con la filosofía de las firmas que muestran en sus perfiles y su cada vez más astronómico caché.

«Un influencer es atractivo para llevar a cabo la publicidad de una marca debido a su audiencia y si esa audiencia es falsa, o en otras palabras, está llena de bots, no tiene valor», recuerda Isabel Muñiz Calaf.

De ahí la aparición de nuevos perfiles más transparentes, sin ánimo de lucro y fieles a las marcas, como el del evangelizador. El término, creado por Guy Kawasaki (el gurú estadounidense del marketing en el ámbito de las nuevas tecnologías), durante su periodo de trabajo en Apple, hace referencia a clientes satisfechos que recomiendan productos a otros potenciales compradores.

Estos embajadores de las marcas surgen en contraposición al consumo de la publicidad tradicional de las generaciones más jóvenes y el crecimiento del uso de internet. Se trata por lo tanto de nuevos líderes de opinión que crean una publicidad menos intrusiva y por tanto más efectiva.

Resultan cercanos y familiares como el antiguo boca a boca; más incluso de estrellas internacionales con las que poco tienen en común. Por eso, su audiencia entiende y consume un anuncio promocionado por él o ella, como la recomendación de un conocido. «Algunos de estos clientes satisfechos se convierten en verdaderos evangelizadores de la marca porque comparten sus valores, disfrutan sus ventajas y beneficios.

Divulgan la voz de la marca, impulsados por el gran altavoz que suponen hoy en día internet, tratando de convencer a otros usuarios de las bondades de formar parte de este grupo de consumidores y sus valores», explica Oscar Fuente, profesor de IEB School.

Una estrategia implantada desde hace tiempo en empresas tecnológicas como Apple, donde priman las cesiones de productos más que las remuneraciones económicas y donde los usuarios satisfechos llegan incluso a crear tribus urbanas para defender estos artículos.

¿Serán los evangelizadores los nuevos reyes de internet, después del boom de los influencers?