Dice el refrán que quien es afortunado en el juego no lo es en el amor y al contrario: quien tiene suerte en el amor no suele tenerlo en el juego.

Ese dicho popular nos lleva a pensar lo difícil que es aunar el éxito en dos cosas tan distintas y un ejemplo lo tenemos en una persona que lo tuvo todo para conseguir ese sueño, pero tampoco lo logró.



Roy Gibney ganó 7,5 millones de libras a la lotería en 1998, unos 9 millones de euros aproximadamente. Estaba separado de su primera esposa y se dedicó a vivir una vida llena de lujos gracias a su suerte en el juego: se compró un caballo de carreras, gastó inmensas cantidades de dinero sin control e incluso se construyó una mansión digna de un nuevo rico: hizo decorar la piscina con los números que le hicieron millonario.

Parecía que la vida le sonreía y comenzó a salir con algunas mujeres. Entre ellas estuvo Tracy Blaker, una profesora con la que salió varias veces en 2004, pero cuya historia de amor no siguió adelante. En parte porque meses después Roy volvió a encontrar el amor con Darlene Shand, una amiga que se iba a convertir en su segunda esposa.



Un hijo en común
Roy y Darlene se encontraron en el hipódromo. Ambos habían ido a ver las carreras y volvieron a hablar después de mucho tiempo sin encontrarse. Lo pasaron bien, volvieron a quedar otro día y después otro y, finalmente, decidieron casarse. Así nació su hijo Luis, que ahora tiene 12 años. Sin embargo, la felicidad en la pareja no iba a durar para siempre.

Roy sigue jugando a los mismos números que le hicieron millonario: 12, 13, 21, 23, 33 y 36 (Foto: Pixabay)

En 2015 Roy y Darlene decidían separarse y como parte del acuerdo de divorcio ella se quedó una casa en Escocia valorada en 350.000 libras (unos 400.000 euros), un coche, una caravana y 50.000 libras en metálico, algo menos de 60.000 euros. El divorcio fue la estocada definitiva para la vida de millonario de Roy, que había gastado alegremente sus 9 millones de la lotería.

Pese a todo, aún le quedaba su mansión de más de un millón de libras y una casa de vacaciones que compraron en Chipre por medio millón. Todo un lujo si se compara con la vida que llevaba antes del premio: vivía solo en un apartamento de dos camas que apenas costaba 50.000 euros.

Destaca el confidencial que en 2015 Roy se vio de nuevo solo: era padre de tres hijos, dos de su primer matrimonio y otro del segundo, pero reconoce que era feliz alejado de su antigua vida de lujos. En 2018 vendió su mansión de más de un millón de libras para pagar las deudas que había acumulado y tener algo de dinero en efectivo y regresó a su ciudad natal, Grimsby, en el este de Inglaterra.

El dinero no da la felicidad
Roy se quedó sin sus lujos, pero ha recuperado la felicidad. Lo ha hecho gracias a Tracy Blaker, la profesora con la que salió en 2004 y a la que se volvió a encontrar más de una década después. Ahora reconoce a The Sun que es una persona mucho más feliz divorciado y sin los 9 millones de la lotería que cuando estaba casado.

Una frase de Roy resume su vida: “La lotería fue una bendición, pero también una maldición”. Le permitió llevar una vida de lujo durante años que con su sueldo de trabajador del metal nunca habría pasado de ser un sueño. Incluso pudo hacer cosas por sus amigos: lo primero que hizo tras saberse millonario fue vender su viejo coche a un amigo por 1 libra.

Ahora Roy explica que su vida ha sido “una montaña rusa, con cosas buenas y otras malas. Pero ahora estoy más feliz que nunca antes. Hace 21 años gané un montón de dinero, viví la vida y las fiestas. Perdí el dinero, me han abandonado y ahora debo decenas de miles de libras al banco. Llevo un estilo de vida más modesto y tranquilo, más normal, pero estoy enormemente feliz».

El dinero no da la felicidad: tuvo una mansión de más de un millón de libras, pero no era una persona feliz. Ahora ha vuelto a sus orígenes humildes, pero ha encontrado el amor y eso sí da la felicidad: “Soy más feliz divorciado, aunque tenga que vivir en una caravana, que cuando era millonario”. Eso sí, está reformando la casa de 300.000 libras que compartirá con su novia y que será lo único que quede de su fortuna.