Esperar que Dios responda una petición de oración es a menudo estresante y frustrante. En especial si el asunto es urgente o si hemos estado orando durante meses o incluso años sin ninguna evidencia de una respuesta. Debemos recordar que Dios obra de acuerdo a su agenda, no a la nuestra. Él es el soberano y omnisciente gobernante de los cielos y la Tierra, que hace todas las cosas según el designio de su voluntad.

No obstante, esto no significa que no se preocupe por nosotros. Por el contrario, es nuestro misericordioso Padre celestial, bueno, sabio y poderoso, el cual siempre está pendiente de sus hijos amados, y por tanto los cuida.



Pero desde nuestra perspectiva terrenal limitada, la demora puede parecer injustificada, poniendo a prueba nuestra paciencia y desafiando nuestra fe. Los períodos de espera suelen estar acompañados de temor, estrés o dolor. Estos sentimientos negativos podrían empujarnos con facilidad a la búsqueda de una solución o llevarnos a la desesperación. Pero el Señor ha prometido protección y provisión para quienes esperan en Él. Si acudimos al Padre celestial confiando en su sabiduría y su amor, no solo nos fortalecerá para resistir por más tiempo, sino que también nos ayudará a madurar a través del proceso.

Cuando el Señor le lleve a la “sala de espera”, quiere que se mantenga atento a lo que tenga que decir. Si se impacienta y trata de seguir adelante solo, se perderá de lo que Dios tenga para usted, ya sean lecciones, bendiciones o algo más. Las demoras no son fáciles, pero cuando su respuesta llegue al final, descubrirá que su paciencia y su confianza en Dios habrán crecido.



Fuente Encontacto.org