La envidia tiene un poder destructivo. En realidad, es un desacuerdo con Dios sobre algo que no tenemos, y que ha decidido darle a otra persona. O, en algunos casos, resulta del temor a ser reemplazados en una relación o trabajo. Para vencer esta actitud, primero debemos reconocer que tenemos un conflicto con Dios. Debemos confesar nuestra actitud pecaminosa, arrepentirnos, y luego alejarnos de ella.

Lo siguiente es más difícil: Dar gracias a Dios por la persona a quien le tiene envidia, y expresar gratitud por las bendiciones en la vida de ella. Entonces, el peso de nuestros malos sentimientos comenzará a desaparecer. Además, haga algo bueno en favor de la otra persona, sin importar cómo se sienta usted. Nunca podremos superar la envidia si pensamos solo en nuestros sentimientos.



Una de las cosas más útiles que podemos hacer es enfocarnos en lo que el Señor está haciendo en nuestra propia vida. Esto nos devuelve al camino que ha escogido para nosotros. Dios tiene en mente lo mejor para nosotros, pero es posible que estemos desaprovechando sus bendiciones porque nuestra mente está en otra parte. Cuanto más nos deleitemos en Él (Sal 37.4), más se alinearán nuestros deseos con lo que quiere para nosotros.

Fuente Encontacto.org