Pero en los verdes campos del Liceo de Shanghái, una de las instituciones de secundaria más afamadas en esta metrópolis de 24 millones de habitantes, las medidas de distanciamiento social han cambiado los hábitos.
Se acabó la multitud que se aglutina cada mañana en la entrada principal: ahora, los alumnos entran uno por uno y su foto aparece en una pantalla grande al mismo tiempo que su temperatura corporal.
En este establecimiento de 155 años de antigüedad, bandas adhesivas colocadas en el suelo materializan las distancias de seguridad. Las mascarillas de protección son obligatorias.
Para evitar las reuniones, los almuerzos se llevan directamente al aula. Y los internos deben cenar en el comedor.
Se han instalado pantallas plásticas en las mesas del comedor para separar a los jóvenes. Y los carteles los instan a «reducir las interacciones y concentrarse en su comida».
A pesar de esas medidas obligatorias, era necesario retomar las clases para estos alumnos que estuvieron alejados de su colegio durante tres meses, y forzados hasta entonces a limitarse a la enseñanza a distancia, vía internet, estima el director Feng Zhigang.
«Es una decisión responsable, no solo con respecto a los estudios de los niños, sino también a su salud física y mental», declaró Feng, durante una visita a la institución abierta a la prensa.
«En la casa, carecen de actividades sociales y a largo plazo, seguir cursos en línea, trae forzosamente problemas, agregó.
Sin embargo, algunos estudiantes se muestran «ansiosos» frente a la COVID-19, destacó el director, lo que requiere una comunicación reforzada con sus profesores.
«Todos sabemos que el coronavirus está ahí y que tenemos que tener cuidado con eso», explicó Chen Qingzhi, un alumeno de 17 años.
«Lo más importante es tener confianza y pensar que vamos a salir de este mal momento. Al fin de cuentas, todo esto terminará», concluyó.
AFP