Al compartir nuestra fe, a muchos nos han hecho preguntas que no hemos sabido responder. La incomodidad de tales momentos puede hacernos dudar en compartir el evangelio, pero debemos recordar que no estamos solos.

Ya que sabía que necesitaríamos estímulo en tales situaciones, Cristo les dijo a sus discípulos: “Pero el Consolador, el Espíritu Santo… les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho” (Jn 14.26 NVI).



No olvidemos que el Espíritu omnisciente de Dios vive en cada cristiano y conoce la mejor manera de responder cualquier pregunta. Pero para que “nos recuerde” las verdades de la Biblia, tenemos la responsabilidad de pasar tiempo leyéndola con regularidad, para que la palabra de Cristo “more en abundancia” en nosotros (Col 3.16).

Cuando nos encontremos con preguntas para las que no tengamos respuestas, está bien decir: “No lo sé, pero lo investigaré”. Y puede haber ocasiones en que otros aborden los temas espirituales con hostilidad. Recordemos, entonces, la instrucción de Pablo: “Sea vuestra palabra siempre con gracia… para que sepáis cómo debéis responder a cada uno” (Col 4.6). Las palabras amables y una actitud cordial reflejan la semejanza de Cristo, incluso en los momentos en que es posible que uno no tenga una respuesta en la punta de la lengua.



Fuente Encontacto.org