Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, lo han adorado, le han ofrecido sacrificios y han dicho: “¡Israel, éstos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto!” Éxodo 32: 8

Le pedimos a Dios que se manifieste, que hable, que se haga sentir, y cuando lo hace no Le creemos. Por más milagros y manifestaciones del Reino que suceden, nuestro corazón está lleno de incredulidad, y pensamos que es imposible.



Nuestra naturaleza es muy escéptica. Por eso la autoridad de Dios en la tierra no se ha manifestado más, por lo que está obrando en nosotros. Si todos viéramos en el espíritu el poder que se manifiesta cuando Le creemos, el enemigo no tendría autoridad sobre nosotros.

Moisés pasó mucho con el pueblo de Israel, a pesar de todos los milagros que hizo Dios en Egipto, cómo los sacó, los alimentó y los protegió. De momento, olvidaron todo y decidieron hacer un becerro al cual estaban dando todo el honor por sacarlos de Egipto.



Esta historia es muy parecida a la de nosotros. Dios nos sana y decimos que fue el médico, nos prospera y decimos que fue producto de un buen negocio, cambia nuestro matrimonio y decimos que fue un golpe de suerte, y en ningún momento le damos la gloria a Él. Entonces ¿para qué pedimos si cuando actúa se nos olvida todo lo que ha hecho? Es necesario que siempre estemos agradecidos, porque esto no permitirá que levantemos otros dioses que Le quiten Su gloria por lo que Él hizo, hace y hará con nosotros.

Por la Pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios