Las grandes profundidades del océano albergan monstruos. Criaturas de aspecto aterrador que, si no fuera porque en general son muy pequeños, bien podrían estar presentes en nuestras peores pesadillas, dignos del más tenebroso imaginario de Howard P. Lovecraft.

Al fin y al cabo, los fondos abisales son un mundo muy distinto al de tierra firme, y no es raro que las criaturas que allí habitan tengan un aspecto que nos resulte alienígena.



Entre la extraña fauna que puebla estos entornos tan hostiles, hay un animal que, en reposo, parece una anguila; cabeza pequeña, coronada por dos ojos diminutos, dispuesta en el extremo de un cuerpo largo y delgado, y terminado en punta como el de una serpiente. Pero este pez tiene una particularidad que le hace único: todo su cuerpo, desde la cabeza hasta la punta de la cola, cabría en el interior de su boca.

El pez pelícano, honor a su nombre




El pez pelícano (Eurypharynx pelecanoides) es la única especie de la familia de los eurifaríngidos, cercanamente emparentado con la anguila, el congrio o la morena. Su cuerpo largo y fino, de unos 75 centímetros de longitud hasta la punta de la cola, atestigua ese parentesco, aunque la boca tiene una marcada diferencia respecto a sus parientes.

Aunque de cabeza pequeña, sus mandíbulas se proyectan, desde la punta del hocico, hacia los lados del cuerpo, hasta 20 centímetros —casi una cuarta parte de su longitud total—.

La articulación de la mandíbula es extraordinariamente flexible. La mandíbula superior se articula con el cráneo, dotándolo de una gran movilidad.

La mandíbula inferior es libre, no está asociada a la masa corporal por detrás. Todo ello, permite al pez pelícano abrir la boca, desplegarla y extenderla hasta formar una abertura realmente descomunal.

La piel que une las distintas piezas de la mandíbula es, además, muy flexible. En su boca podría caber un balón de baloncesto, sin dificultad.

Por supuesto, un pez pelícano podría alojar en su boca a otro pez de su mismo tamaño e incluso alguno más grande que él mismo. Caza mediante embestida, nadando rápidamente hacia su presa y abriendo las mandíbulas en el último momento; la presión del agua hincha su cavidad bucal y, cuando el pez está en el interior, cierra la boca impidiendo su salida. El agua que queda en el interior la evacúa por las branquias, y su presa pasa entonces al tracto digestivo.

Al igual que la piel de la boca, la del vientre es extraordinariamente flexible, y también lo es su estómago. La parte visceral del cuerpo del pez pelícano es corta, y la cloaca desemboca apenas a un tercio de su longitud; los dos tercios restantes son todo cola.

La primera mitad de esta cola es musculosa, mientras que el resto es extremadamente fino, como un látigo. En la punta dispone de un órgano bioluminiscente que emplea para comunicarse y, en ocasiones, cumple la función de cebo.

Un pez muy difícil de estudiar

Los peces abisales, en general, son grandes desconocidos. Estudiarlos es muy complejo, pues viven en un entorno inaccesible, donde descender para tomar muestras se convierte en una tarea titánica.

A veces, algunos de estos animales se aventuran hacia aguas más superficiales y son capturados por redes de pesca. Cuando esto sucede y son sacados del agua, su cuerpo suele perder su forma —por la pérdida repentina de presión; son animales que viven a presiones muy elevadas— y mueren.

El estudio de su anatomía es, por lo tanto, muy complicado, muchas veces hay que inferir su forma real; y comprender sus comportamientos implica estudios aún más arduos.

El pez pelícano, concretamente, habita entre 500 y 3000 metros de profundidad, y parece distribuirse por aguas templadas y tropicales de todo el planeta. La mayor parte del conocimiento del que se dispone del pez pelícano procede de capturas de pescadores. Aunque se descubrió en 1882, hubo que esperar 126 años para poder observar un ejemplar con vida por primera vez.

Fueron dos observaciones casi simultáneas, realizadas por equipos distintos y en lugares muy distantes. En septiembre de 2018, una expedición del E/V Nautilus pudo observar un ejemplar juvenil cerca de Hawai.

Al mes siguiente, otro equipo, de la fundación Rebikoff, a bordo del LULA1000, realizó una nueva observación, esta vez de un ejemplar adulto. Fue a 1000 metros de profundidad, en las aguas del Atlántico, cerca del archipiélago de las Azores.

En estas observaciones se han podido comprobar dos comportamientos. Uno de ellos, que ya se infería por pruebas indirectas, es el de la caza. El otro ha resultado más inesperado: el pez pelícano es capaz de hinchar la boca con agua para aparentar ser más grande de lo que realmente es e intentar así ahuyentar a posibles enemigos.

No se sabe mucho sobre sus hábitos reproductores. Sí se conoce que, como en el resto de las anguilas, nacen en la fase de larva leptocéfala, una fase del desarrollo que se caracteriza por tener el cuerpo extraordinariamente delgado y transparente.

El macho dispone de unos órganos olfativos extraordinariamente desarrollados, a diferencia de las hembras, lo que invita a los investigadores a pensar que, probablemente, ellas liberen feromonas en el agua y los machos las localicen por el olfato.

Referencias:
muyinteresante.es
Eurypharynx pelecanoides, Pelican eel. s. f. Fishbase.
Nielsen, J. G. et al. 1989. The Biology of Eurypharynx pelecanoides (Pisces, Eurypharyngidae). Acta Zoologica, 70(3), 187-197. DOI: 10.1111/j.1463-6395.1989.tb01069.x
Schembri, F. 2018. First direct observation of hunting pelican eel reveals a bizarre fish with an inflatable head. Science. DOI: 10.1126/science.aav6184