Cuando se celebraron negociaciones los primeros días de la invasión rusa, los ucranianos constataron en menos de una hora que el Kremlin no estaba más que simulando su voluntad de negociar. Desde entonces, esa convicción no hizo más que reforzarse.

En aquella ocasión, y en medio de una inmensa expectación, Rusia envió a figuras de tercera fila para abordar el peor conflicto en Europa desde 1945: Vladimir Medinski, un ex ministro de Cultura desprestigiado por un escándalo de plagio, y Leonid Slutski, un diputado nacionalista acusado de acoso sexual.



«No estaban dispuestos a negociar. No era más que personal administrativo sin apenas influencia en Rusia. Vinieron, leyeron unos ultimatums, y eso fue todo», relata a AFP un consejero de la presidencia ucraniana, Mijailo Podoliak, por entonces uno de los negociadores.

Casi dos años después del fracaso de esas conversaciones, en febrero y marzo de 2022, la posibilidad de nuevas negociaciones es casi inexistente.



Máxime cuando el presidente ucraniano Volodimir Zelenski firmó un decreto prohibiendo toda negociación con Rusia mientras Vladimir Putin esté en el poder, un gesto que hizo después de que Moscú reivindicara, en septiembre de 2022, la anexión de cuatro regiones ucranianas parcialmente ocupadas, además de Crimea.

 

– «Mentiroso» –

 

El presidente «Putin es un mentiroso inveterado, que prometió a los dirigentes mundiales que no atacaría Ucrania pocos días antes de invadirla», comentó recientement el canciller ucraniano, Dmytro Kuleba.

Y si bien norteamericanos y europeos apoyan a Kiev, empiezan a surgir voces que bajo cuerda dicen que es necesario negociar, a la vista del fracaso de la gran contraofensiva ucraniana lanzada en junio, que se tradujo en avances mínimos en el campo de batalla.

Al estancamiento de las tropas ucranianas en el terreno se suma la oposición creciente entre los Republicanos de Estados Unidos a seguir apoyando a Ucrania, debido a su elevado coste, y a un año de la elección presidencial norteamericana.

El Kremlin aprovecha así para intentar mostrarse como un beligerante razonable, abierto a negociaciones y al mismo tiempo dispuesto a vencer por la vía militar.

«Rusia nunca se ha negado a mantener conversaciones de paz con Ucrania», dijo el propio Putin ante los dirigentes del G20 en noviembre.

Según Nigel Gould-Davies, ex embajador británico en Bielorrusia, esta retórica y las intenciones del Kremlin son dos cosas muy diferentes.

En declaraciones a AFP, coincide con las autoridades ucranianas en que Rusia aprovecharía unas conversaciones largas y difíciles para en ese lapso reconstituir un ejército desgastado por el conflicto iniciado en febrero de 2022.

Además, con la presidencial rusa prevista en marzo de 2024, es decir dos años después de la invasión, «Putin no tiene nada que perder diciendo que quiere la paz», apunta Nigel Gould-Davies.

 

– «Los derrotaremos» –

 

Las condiciones fijadas públicamemte por los rusos para poner fin al conflicto son inaceptables para Kiev. Piden una Ucrania desmilitarizada, que renuncie a su objetivo de unirse a la UE y a la OTAN, y que reconozca como rusos los territorios ocupados por Moscú.

Andrei Kozirev, un ex ministro ruso de Exteriores residente en Estados Unidos, cree también que el Kremlin puede tratar de «hacer creer en un compromiso, en el momento oportuno, para luego relanzar mejor la guerra».

Según él, la única forma de alcanzar la paz es dar a Ucrania «las armás más poderosas posibles para que pueda derrotar al invasor lo antes posible».

Mijailo Podoliak, negociador en los primeros compases del conflicto, cree que si se reunieran las delegaciones rusa y ucraniana no tendrían nada que decirse.

«Ellos tienen el argumento militar: ‘seguiremos atacándolos’. Y nosotros tenemos como argumento: ‘los derrotaremos'».

«No son posiciones para una negociación», constata. «Hemos rebasado el punto de no retorno».