Con la selección que se aproxima de quienes integrarán la Junta Central Electoral, el Tribunal Superior Electoral y parte de la membresía de las denominadas altas cortes, mucha gente debería pasar revista, antes de emitir juicios de valor, al comportamiento observado por los que han sido, y aún son, parte de esas instituciones.

Es cierto que en muchos casos, las opiniones vienen cargadas de las pasiones políticas que obvian las virtudes para resaltar los defectos. Y como humanos, los integrantes de la JCE, el Tribunal Superior Electoral y las demás cortes, no es que son perfectos. Cometen errores, como todos, pero el país no debería privarse de los servicios de los que, entre ellos, honran las entidades a las que pertenecen. Y esa apreciación, compartida por muchísimos ciudadanos, estoy seguro que tendrá su justo y adecuado valor al momento de la selección, en las instancias constitucionales a las que corresponde esa facultad. Porque, eso sí, es una vileza hipócrita pretender suplantar los mecanismos que la Carta Magna establece para renovar esas instituciones, esgrimiendo argumentos gastados que responden más a intereses políticos partidaristas que al deseo real de que todo en esta sociedad se haga con la mayor transparencia y pulcritud.



junta central electoral

No se puede negar que las esperanzas de algunos supuestos demócratas están cimentadas en tener en la Junta, el Tribunal y las demás cortes a borregos que obedezcan instrucciones, pero la Nación no se merece esto.



Por ejemplo: a mi buen y gran amigo José Manuel Hernández Peguero, miembro del TSE y exfiscal del Distrito, ¿quién podría objetarlo señalándole parcialidad política partidarista a la hora de tomar decisiones? ¿Quién podría sindicarlo como ente de controversias y conflictos? ¿Quién cuestiona su honestidad y honorabilidad? Y vale decir, que servidores públicos como él hay muchos, algunos anónimos que no gustan del figureo mediático.

Ahora bien, entre los que “suenan” como aspirantes hay gente que de materia electoral no sabe ni pío. Así como suena…

Por Leo Hernández para El Caribe