En lo que va de año, Ecuador clausuró cerca de 30 clínicas ilegales que consideraban la homosexualidad como una enfermedad, por lo que ofrecían una posible cura, mientras que colectivos homosexuales creen que podrían existir en el país alrededor de 200 centros de este tipo.

«Dicen que son 200 en el país, es posible, si nosotros clausuramos casi 30, seria muy importante que denunciaran para que se clausuraran todas las clínicas ilegales», dijo en una entrevista a Efe el ministro de Salud Pública encargado, Nicolás Jara.



Karen Barba, representante de la fundación Causana, explicó que estas clínicas se esconden detrás de centros de rehabilitación de personas adictas a las drogas, que aparentemente son legales, pero que se convierten en inconstitucionales cuando dan tratamientos a homosexuales, ya que la Carta Magna del país, aprobada en 2008, es la primera que reconoce los derechos de los gays.

Paola Ziritt, de 28 años, estuvo dos años ingresada en uno de estos centros, donde «fue perdiendo las fuerzas para vivir», tras sufrir diferentes abusos, incluso sexuales, insultos y torturas, como estar esposada, días sin comer, palizas o que los guardias le tiraran orina o agua helada por encima.



«Fue denigrante, humillante, horrible», aseguró Ziritt, quien estuvo tres meses sola, esposada en una habitación que le llamaban «la sauna», puesto que ahí dentro no había nada más que unos tubos, donde estaba atada y ni tenía luz.

Un día, uno de los guardias se le acercó y se bajó la cremallera de la chaqueta. Debajo de la cazadora, guardaba un trozo de pan, un yogur, leche y el libro «El hombre en busca de sentido», que relata las vivencias de su escritor, Viktor Frankl, en un campo de concentración nazi. Pese que la madre de Ziritt fue quien la ingresó a la clínica, pues en ese entonces pensaba que la homosexualidad se podía curar, ella misma la sacó de ahí, después de que su hija le hiciera llegar, a escondidas, una carta.

Aunque logró salir hace casi cuatro años, lamenta que la clínica en la que estuvo sigue abierta, pese que tiene múltiples denuncias, pues, según ella, muchos de estos centros «son una mafia que pagan dinero» para que no los clausuren.

Fuente America.infobae.com