La política, es el tema obligado en estos días de campaña electoral en la República Dominicana, sin embargo, como es inherente a todo proceso de ese tipo, hay en competencia electoral opciones diferentes, hechas para el gusto de cada elector, de acuerdo a lo que éste aspire.

Nos vivimos quejando, de lo sucios que son los políticos con algunas de sus prácticas, sin embargo el elector promedio de nuestro país, es un elector emotivo, que generalmente vota por simpatía o por estar en contra de determinada opción de las que están en juego. Esto hace que los simpatizantes de los partidos solo vean los defectos de la actuación de los líderes del partido contrario, dejando pasar por debajo de la mesa, las mismas aberraciones de los dirigentes de su propio partido.



Las señales de deshonestidad de la gran mayoría de nuestros políticos, están a la vista de todos, pero siempre una parte importante del electorado las ignora, por pertenecer o simpatizar por el partido que esta usufructuando el poder, o por no desear que ‘’los que están abajo’’, lleguen a hacer lo mismo.

Dentro de las principales señales de deshonestidad del clásico político dominicano, se encuentra el clientelismo, criticado por todos los que están abajo y practicado tan pronto asumen el poder. Todos ellos han acuñado la cínica frase de que, ‘’una cosa es con guitarra y otra con violín’’. Tan pronto un político profesional hace un ofrecimiento de índole material y pecuniaria, en desmedro del bien público, muchas veces a sabiendas de que no va a cumplir, y esa proposición es aceptada, éste se entiende en luz verde para ,’’acabar con tó’’, inmediatamente asuma una posición pública.



También, el gasto excesivo en publicidad y propaganda política, es una señal inequívoca de las malas intenciones de los que aspiran a cargos públicos. Hay principio de mercadeo, que más o menos reza,’’ mientras más malo es un producto, más hay que invertir en publicidad para poder venderlo’’ .Cuando vemos los miles y miles de vallas de más de 100,000 pesos que contaminan visualmente al país, el bombardeo de propaganda en radio, prensa escrita y televisión, nos damos cuenta de las fabulosas sumas invertidas, las cuales no es posible recuperarlas de forma honesta, con el sueldo que devenga un servidor público.

Si una campaña presidencial conlleva el gasto de miles de millones de pesos y la de un sencillo regidor de un pueblo mediano, entre 5 y 7 millones, ¿cómo explicar un gasto tan elevado?, cuando en sueldos esa cantidades no se van a compensar. Eso todos los sabemos, sin embargo no pasa nada. De esa realidad, se nutren gran parte de los actos de corrupción administrativa que salpican a diario nuestra democracia.

La compra de cedulas antes de las elecciones, con la modalidad de hacerlo en efectivo, o con tarjetas, a veces hasta con un frasco de aguardiente lavagallos, una práctica que se realiza con una naturalidad tan fría, que el común de los mortales no le pone asunto, pues han visto el valor de la democracia en sus vidas, y les vale tanto, que prefieren practicarla al contado.

Estos puntos expuestos y otros tantos más, son lo que deberíamos tomar en cuenta a la hora de ejercer el sufragio, para elegir las personas que tengan mayor integridad moral para administrar los bienes públicos, porque sería preferible tener en la administración pública a gente seria sin experiencia, que a los profesionales corruptos que generalmente nos gastamos.¿ Hasta cuándo seguiremos poniendo al gato a custodiar nuestra carne?

Por Jackson Pichardo, dominicano residente en Nueva York.