Nairobi, Kenia. Numerosos sursudaneses se han visto obligados a comer hojas de árboles o semillas para engañar al hambre en regiones donde, no obstante, todavía no se ha declarado la hambruna, informó este lunes la organización Norwegian Refugee Council (NRC).

«Las comunidades que intentan sobrevivir a una crisis alimentaria aguda han recurrido a estrategias de adaptación consistentes en comer alimentos silvestres apenas comestibles», declaró en un comunicado la directora del NRC para Sudán del Sur, Rehana Zawa.



«Las hojas de sabor amargo que comen las familias con las que hemos hablado provienen del árbol de Lalop y tienen un valor nutricional limitado. Si las familias comen esas hojas y casi ninguna otra cosa, la malnutrición aparece rápidamente», advirtió Zawar, tras haber vuelto de una misión cerca de Aweil (noroeste).

El 20 de febrero, el gobierno sursudanés declaró el estado de hambruna en los condados de Leer y Mayendit (norte), mientras que Naciones Unidas evaluó en 100.000 el número de personas directamente amenazadas.



«El consumo de semillas es especialmente alarmante. Sin semillas para los cultivos, las familias no tendrán nada que plantar para la próxima temporada. Esto podría agravar la crisis alimentaria y amenaza con extender la hambruna», advirtió el NRC.

Numerosas familias han huido de la región en busca de alimentos y, en lo que va de año, 60.000 sursudaneses se han refugiado en el vecino Sudán.

Las agencias de la ONU y las organizaciones humanitarias necesitan unos 1.600 millones de dólares (1.500 millones de euros) para enfrentar esta situación, según el NRC, aunque de momento sólo se ha recabado el 18% de este monto.

Las oenegés y la ONU afirman que la hambruna sería consecuencia de más de tres años de guerra civil que ha perturbado la agricultura, disparado la inflación y obligado la población a dejar sus hogares.

Sudán del Sur se independizó de Sudán en 2011 y en diciembre de 2013 se sumió en un conflicto que ha dejado decenas de miles de muertos. Más de 1,9 millones de sursudaneses están desplazados dentro de su propio país, y más de 1,7 millones en los países vecinos.