Hoy se cumple el 205 aniversario del nacimiento de Juan Pablo Duarte, el fundador de la República Dominicana, el padre del pueblo dominicano.

Con ese motivo invitamos a leer la siguiente reflexión:



La euforia patriótica que siguió al triunfo de la Restauración se realizó sin ensalzar a los hombres de 1844 y el derrotero político que tomó el país no fue el que soñaron los fundadores de la República Dominicana.

El deterioro de la justa apreciación de la labor patriótica de Juan Pablo Duarte viene entronizado en el mismo desarrollo de la historia del país. República Dominicana goza en Latinoamérica del extraño caso de tener dos independencias. La primera fue la de 1844, cuando se separó de Haití y se formalizó la creación de la nación que desde entonces se denominó República Dominicana; la segunda fue la que se obtuvo después de una cruenta guerra que duró dos años cuando el imperio colonial español reincorporó al país a su dominio después de que disfrutara siete años de vida independiente. Al culminar ambas independencias, la figura de Duarte no fue protagonista, y su participación en los hechos que se desencadenaron después fue totalmente nula.



Juan Pablo Duarte murió en Caracas, Venezuela, el 15 de julio de 1876, a los 63 años de edad. En ese momento no era el Padre de la Patria en su natal República Dominicana ni tampoco se le reconocía como tal en ninguno de los otros lugares del extranjero donde residió por más de la mitad de su vida, pues esa consideración no se la profesaban ni sus contados amigos. En su país ni tan siquiera se le tenía en buena estima, pues el anuncio de su muerte pasó sin mayor repercusión. La noticia se conoció una semana después de ocurrida.

Estando Duarte aún vivo, su fama de prócer de la independencia dominicana no estaba muy bien cimentada en la conciencia colectiva del pueblo que él condujo a su liberación. Esta situación era el resultado de muchos factores que concurrían para que eso se produjera. Su ausencia en la Puerta del Conde en el magno evento de la independencia el 27 de febrero de 1844; su exilio de 20 años, primero forzado y luego voluntario, entre 1844 y 1864; su pobre actuación durante la guerra de Restauración que dio por resultado nuestra segunda independencia; y su ausencia definitiva del país cuando la Patria se vio restaurada en 1865, conspiraron impidiendo que fuera considerado como la figura máxima de la independencia dominicana. Para complicar más las cosas, los ocho años que transcurrieron entre la Restauración de la República y la instalación del gobierno liberal de Ignacio María González no dieron respiro para pensar en la honra de los que fundaron la nación dominicana.

Cuando la paz llegó a la República Dominicana en el año 1874, Duarte era ya un gran olvidado. Francisco del Rosario Sánchez fue más afortunado, pues su destacada participación militar en defensa de la Patria contra los españoles que habían desconocido nuestra independencia en el 1861 y que terminó en su martirologio de El Cercado en ese mismo año estaba muy presente en la conciencia del país. Este hecho, sumado a que un hijo suyo, Juan Francisco Sánchez, fuera una figura importante en la política local y asumiera una pasional defensa de la actuación de su padre, cuando Duarte no contó con ese apuntalamiento, pues no tuvo descendientes, contribuyó a imponer desde la esfera del poder el reconocimiento de Sánchez, en menoscabo de Duarte, llegando en algunos casos a sobredimensionarse la actuación del primero.

El deterioro de la justa apreciación de la labor patriótica de Juan Pablo Duarte viene entronizado en el mismo desarrollo de la historia del país. República Dominicana goza en Latinoamérica del extraño caso de tener dos independencias. La primera fue la de 1844, cuando se separó de Haití y se formalizó la creación de la nación que desde entonces se denominó República Dominicana; la segunda fue la que se obtuvo después de una cruenta guerra que duró dos años cuando el imperio colonial español reincorporó al país a su dominio después de que disfrutara siete años de vida independiente. Al culminar ambas independencias, la figura de Duarte no fue protagonista, y su participación en los hechos que se desencadenaron después fue totalmente nula.

Como ya ha sido señalado, Duarte no estuvo en el escenario de los hechos al proclamarse la primera independencia dominicana en el año 1844, el protagonismo fue asumido por Francisco del Rosario Sánchez, pretexto que sirvió más tarde para regatear a Duarte la honra de ser la figura eximia de ese acontecimiento. Durante la segunda independencia, cuando Duarte hizo un intento de colaboración con la causa de la Restauración, su ayuda fue desestimada de manera descortés. Entonces surgió una camada de nuevos líderes, desde donde salió una generación de patriotas, cuya figura cimera fue Gregorio Luperón. Este nuevo escenario político fue extraño a Duarte, quien permaneció opacado en el exilio. La euforia patriótica que siguió al triunfo de la Restauración se realizó sin ensalzar a los hombres de 1844 y el derrotero político que tomó el país no fue el que soñaron los fundadores de la República Dominicana.

(*) Este texto, escrito por el historiador Orlando Inoa y publicado en acento.com.do es la parte introductoria de un estudio más amplio sobre las desgracias de Juan Pablo Duarte como padre de la Patria, incluido en el libro Duarte revisitado (1813-2013), publicado por el Banco Central. El texto de Orlando Inoa se titula Juan Pablo Duarte. Su última batalla: Padre de la Patria.

Recomendamos a nuestros lectores ese libro, pues se trata de una lectura revitalizante, profunda y analítica sobre la vida y obra del Padre de la Patria, con la presencia de destacados intelectuales que conocen y han estudiado con celo y preocupación nuestra historia. A propósito de este 26 de enero de 2017, cuando se cumplen 204 años del nacimiento del padre de la patria, Juan Pablo Duarte.