Cuando escucha la palabra “Navidad”, ¿qué le viene a la mente? La mayoría de los creyentes piensan en un bebé en un pesebre y en la historia de su milagrosa llegada. Pero, por más maravilloso que sea el nacimiento virginal, ese fue solo el comienzo de la vida más extraordinaria que haya existido, y que nos dio el mejor regalo de todos.

Cuando Cristo inició su ministerio, entró en la sinagoga y leyó las palabras de Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí… Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos… a poner en libertad a los oprimidos” (Lc 4.18 NVI). Tal vez usted, al igual que los judíos de aquel día, se pregunte a qué se refería. Cristo no estaba hablando de esclavitud física o de encarcelamiento, sino de la condición de nuestro espíritu. Lo que Cristo nos ofrece es la libertad del poder del pecado.



¿Tiene algún hábito, emoción o creencia que todavía le controle, aunque Cristo ya sea su Salvador? Algunas veces pensamos que los pecados que solían atormentarnos deberían haber desaparecido en el momento en que fuimos salvos. Aunque este puede ser el caso algunas veces, para la mayoría de nosotros lleva tiempo.

El camino de cada persona es diferente, pero Quien nos lleva a la libertad siempre es fiel, poderoso y verdadero. Es mi oración que las meditaciones de este mes le ayuden a experimentar la verdadera libertad en Cristo.