Aunque la Biblia dice que cada creyente recibe un don espiritual, algunas personas piensan que fueron pasadas por alto. Así que deambulan por la vida rehusando oportunidades para servir. Otras están tan ocupadas deseando tener un don diferente, que no usan el que les ha dado el Espíritu Santo.

Dios tiene un propósito específico y un ministerio para cada cristiano. Nuestros dones espirituales nos ayudan a cumplir su plan. Aprendemos cuál (o cuáles) poseemos al involucrarnos en la vida de la Iglesia. En otras palabras, un creyente conocerá los dones que Dios le ha dado, cuando comience a ejercitarlos.



Además, el Señor tiene un propósito en mente cuando concede dones espirituales a sus hijos. Los cristianos debemos ejercitar nuestras destrezas para el bien común, a través del poder del Espíritu Santo (1 Co 12.7). Estos dones son usados en una variedad de maneras, incluso para prepararnos, edificarnos y animarnos unos a otros (Ef 4.11-13).

Para entender cómo funcionan los dones, es posible que tengamos que ampliar nuestra comprensión de palabras como evangelista, profeta y maestro. En la Biblia, estos términos describen a colaboradores que dan a conocer a Cristo, mentores espirituales que explican verdades bíblicas, a amigos que alientan a los desanimados, y a otros que hacen trabajos parecidos.



Cada miembro de la comunidad cristiana es importante, y cada uno tiene una tarea que desempeñar. Donde Dios nos haya regalado y abierto puertas de oportunidad para el ministerio, también dará el poder y la valentía para que ejercitemos nuestros dones y talentos.