Langosta, helado, o fruta tropical. Son algunas de las peticiones que diferentes presos condenados a muerte en Florida (Estados Unidos), pidieron como última comida antes de su ejecución. Esta tradición, la de permitir al condenado elegir lo último que ingerirá en su vida, es una costumbre muy antigua en todo el mundo y en Estados Unidos todavía se mantiene.

La mayoría de estados norteamericanos en los que está instaurada la pena de muerte ofrecen esta comida especial unas horas o incluso uno o dos días antes de quitarles la vida a los presos.




En Florida, según datos del propio Departamento de Correcciones (FDOC, por sus siglas en inglés), no se admiten peticiones inviables y, en caso de no disponer de algún alimento, se cambia por otro similar. Además, los víveres deben poder ser comprados en las cercanías de la prisión y no deben superar, en su conjunto, los 40 dólares. En Oklahoma, en cambio, el presupuesto máximo son 15 dólares.

Los presos piden alimentos muy dispares, que van desde unos caramelos y un café, hasta langosta y filetes de ternera. También son muy comunes las peticiones de la comida reina en Estados Unidos: hamburguesa y patatas fritas.



Los víveres deben poder ser comprados en las cercanías de la prisión y no deben superar, en su conjunto, los 40 dólares
Eric Wrinkles, ejecutado en 2009 por un asesinato múltiple, pidió costillas, patatas cocidas, chuletas de cerdo con patatas fritas y dos ensaladas. Se lo sirvieron 3 días antes de su muerte, porque el sistema de prisiones de Indiana tiene comprobado que los condenados a muerte van perdiendo el apetito conforme llega su fin.

Algunos condenados piden mucha cantidad de comida y después la dejan toda intacta o ingieren solo una parte. Es lo que le ocurrió a Gary Carl Simmons en 2012. Solicitó, entre otras cosas, una pizza con doble de champiñones, pepino, jalapeños, ajo y salchicha, 10 paquetes de parmesano, 10 botes de salsa ranchera, una bolsa grande de Doritos, 2 batidos de fresa grandes, dos colas sabor fresa, un paquete extra grande de patatas fritas de McDonald’s, con extra de kétchup y mayonesa, y dos botes de helado de fresa. Solo pudo con la mitad de la comida.

En algunos estados norteamericanos, los condenados a muerte toman la última comida solos en su celda, pero en otros se les permite que les acompañe otro preso. En Luisiana, es el director del corredor de la muerte quien se sienta junto a la persona que está a punto de morir.

Según algunos medios de Estados Unidos, el origen de esta última comida en el país se remonta al año 1924 y fue en las prisiones de Texas donde se introdujo. Curiosamente, este estado abolió en 2011 la comida a demanda, después de que un preso, el supremacista blanco Lawrence Russell Brewer, ejecutado por un asesinato a un hombre negro, pidiera una gran cantidad de alimentos y luego no se comiera nada, alegando que no tenía hambre.

El origen de esta última comida, en EE.UU., se remonta al año 1924
Para justificar el fin de la comida especial previa a la ejecución, el senador de Texas John Whitmire aseguró: “Ya es suficiente. Es extremadamente inapropiado dar a una persona sentenciada a muerte este privilegio. Es un privilegio que el asesino no dio a su víctima”.

El debate está todavía abierto, entre los que defienden que la última comida es una atención a un ser humano, por mucho daño que haya hecho, y los que consideran que para lo único que sirve esta tradición es para humillar y empeorar la espera de una persona que está a punto de ser ejecutada.
Vía: La Vanguardia