El SARS-CoV-2, un virus invisible a los ojos humanos, ha logrado causar estragos muy lamentables incluso en las grandes potencias mundiales. Su propagación, iniciada en diciembre de 2019, ha dejado al descubierto las grandes vulnerabilidades de nuestra actualidad y el poco aprendizaje que hemos adquirido de las experiencias pasadas.

Pero a fin de despertar la conciencia y promover la reflexión, presentamos a continuación cinco lecciones que esta experiencia pandémica en particular ha dejado a la humanidad.



Es importante actuar de manera oportuna y rápida

Las pandemias no son algo nuevo para la humanidad. A pesar de ello, las decisiones que tomaron muchos gobiernos respecto con la llegada del COVID-19 a sus países dejaron mucho que desear, y podría decirse que jugaron un papel clave en la rápida propagación del coronavirus.

Partamos del epicentro del brote, China, donde se informó el descubrimiento de una “neumonìa de origen desconocido” apenas en la tarde del 31 de diciembre de 2019, justo cuando el mundo centraba su atención en las festividades de año nuevo.



Ese mismo día, el gobierno de Taiwán ordenó al personal del aeropuerto inspeccionar la salud de todos los que estaban a bordo de cualquier avión procedente de Wuhan, una medida temprana que permitió contener la enfermedad rápidamente.

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En cambio, China no hizo exámenes de salud en todo el país. En la provincia de Hubei, donde se encuentra la ciudad de Wuhan,tampoco se hicieron lecturas de temperatura en la primera quincena de enero, incluso a pesar de las advertencias de los médicos chinos.

En aquel momento, ya había numerosos casos de pacientes con dificultades respiratorias. Pero esto no se trata de una mera observación. Ya la ciencia se ha encargado de estimar los resultados que se hubieran obtenido de aplicar acciones diferentes antes de que la situación se saliera de control.

Un estudio publicado en marzo reveló que si el gobierno de China hubiera implementado pruebas generalizadas, aplicado un control sanitario alrededor de Hubei junto con otras medidas tan solo una semana antes, se hubiera reducido la carga de trabajo en un 66 por ciento. De hecho, haber actuado tres semanas antes habría reducido los casos en un 95 por ciento.

Y tal como indicó Michael Ryan, cirujano y director ejecutivo del programa de emergencias sanitarias de la Organización Mundial de la Salud, en una conferencia de prensa en marzo, lo importante en estas situaciones es “ser rápido”.

Los gobiernos de países desarrollados no siempre toman las mejores decisiones

Los Centros de Control de Enfermedades de Taiwán monitorearon los vuelos procedentes de Wuhan, pusieron en cuarentena a cualquier con síntomas como fiebre o tos, e instaron a su población a evitar cualquier viaje innecesario a Hubei.

Otros países cercanos también empezaron a tomar medidas similares de manera temprana. Singapur, por ejemplo, aisló en los hospitales a los pacientes confirmados, incluso aunque experimentaran síntomas leves. Además, mantuvo un control sobre los contactos sostenidos de personas que habían sido confirmadas con la enfermedad, manteniéndolos en aislamiento en el hogar y aplicando severas sanciones en caso de imcumplimiento.

Pero en Europa las medidas fueron más dóciles al principio. Algunos países con fuerte apego a los ideales de libertad y protectores de su economía, como Reino Unido, se mostraron en contra de aplicar medidas de distanciamiento social.

Italia, que protagonizó la pandemia durante el mes de marzo, mostró también resistencia frente a estas acciones en Lombardía, la región más afectada, por ser este uno de los motores de la economía del país.

Pero esta negativa de restringir las libertades de las personas en medio de la emergencia tuvo un alto costo. Un elevado número de contagios y muertes que en definitiva llevaron a lo inevitable: aplicar distanciamiento social para contener la enfermedad mientras los hospitales, saturados, intentaban aliviarse.

“Independientemente de la sociedad, el nivel de desarrollo, la preparación del sistema de salud, el cierre temprano funcionó para contener la epidemia, mientras que un cierre tardío condujo a un brote masivo”, dice Joel Ruet, presidente del grupo de expertos Bridge Tank, que realizó la investigación.

Una buena capacidad técnica no garantiza el éxito

Curiosamente, un índice global publicado en el mes de octubre concluyó que Estados Unidos estaba más preparado que en cualquier otro lugar para combatir una pandemia. Y ciertamente, la potencial mundial cuenta con una elevada capacidad técnica e infraestructura para ello, pero este estudio se centró más en ello que en los procesos gubernamentales, según Alexandra Phelan, profesora adjunta en el Centro de Derecho de la Universidad de Georgetown.

Y los resultados hasta ahora son impresionantes de una manera triste: Estados Unidos es el nuevo país más afectado por el COVID-19. Las cifras oficial muestran un brote masivo y mortal, y la razón tras ello es precisamente una respuesta inicial lenta (Estados Unidos fue uno de los primeros países de Occidente a los que llegó la nueva enfermedad), así como una mala gestión en la realización de pruebas diagnósticas, y aunado a ello, la falta de coordinación entre los estados y el gobierno federal.

“Como ha demostrado este brote, puedes tener los mejores laboratorios del mundo, los mejores sistemas de notificación y software, pero si no tienes la gobernanza adecuada de cuándo usar estos poderes… no funcionan”, concluyó Phelan.

A veces sacrificar la privacidad puede ser útil

Los avances tecnológicos de nuestro siglo han generado polémicas en torno al gran problema que supone proporcionar información personal y el uso que dan las grandes empresas a los datos de sus usuarios.

Sin embargo, en medio de esta pandemia esos inventos y software que atentaban contra la privacidad de los usuarios han sido de gran utilidad para contener el brote y llevar registros más certeros sobre los contagios y los contactos cercanos de los casos confirmados.

Una estimación reciente sugiere que más de 40 países han implementado alguna forma de vigilancia o censura a raíz de la crisis sanitaria. En Hong Kong y Bahrein, por ejemplo, las personas aisladas deben llevar electrónicos que siguen sus movimientos. Mientras que en India, algunos vencindarios son monitoreados a través de cámaras instaladas en drones a fin de garantizar el cumplimiento del distanciamiento social.

Pero quizás el ejemplo más popular fue el de Corea del Sur que, a pesar de no aplicar restricciones de salida tan estrictas como otros países, pudo contener la propagación de manera oportuna. El uso de tecnología avanzada permitió detectar grupos de casos que en otras circunstancias hubiesen pasado “desapercibidos”. Y la mejor parte es que el 81 por ciento de los coreanos está de acuerdo con este tipo de estrategias y colaboró con el gobierno en su implementación.

Sin embargo, los defensores de los derechos humanos siguen preocupados por el uso que podrían darle los gobiernos a estos datos, e incluso que usen como excusa la utilidad de esta tecnología en esta pandemia para perpetuar el uso de la misma, aún si no fuera necesario.

“La posibilidad de abuso es alta”, advirtió la Organización de las Naciones Unidas la semana pasada . “Lo que se justifica durante una emergencia ahora puede normalizarse una vez que la crisis haya pasado”.

Es importante que cada país sea autosuficiente

Una de las grandes dificultades con las que ha debido lidiar la humanidad en medio de esta pandemia es la falta de insumos médicos, que ciertamente ha influido en la cantidad de muertes confirmadas hasta ahora.

En situaciones de incertidumbre, las personas tienden a hacer compras nerviosas, y justo esto fue lo que pasó incluso antes de que el coronavirus se convirtiera en una pandemia. El gel desinfectante de manos y las mascarillas desaparecieron rápidamente de los establecimientos, y poco a poco las personas se vieron en la necesidad de improvisar para protegerse.

El hecho es que hay situaciones en la vida en las que ni la improvisación puede funcionar. Muchos cayeron contagiados y ya sea por presentar una enfermedad preexistente, o por tener el sistema inmunitario débil, o por el simple azar de la vida, necesitaron un ventilador mecánico cuando sus síntomas empeoraron y los hospitales no pudieron suplir esta necesidad.

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Por supuesto, este no es el tipo de dispositivo que más debe existir en un hospital, y cada uno de ellos no puede contar con miles de estos al mismo tiempo porque en condiciones normales no es necesario.

Lo mismo ha ocurrido con muchos medicamentos que comenzaron a escasear en los anaqueles de las farmacias. Muchos países se vieron en la necesidad de restringir la exportación de algunos productos farmacéuticos y más de una docena ha prohibido vender algunos alimentos en el extranjero para garantizar el suministro en su país sede.

Los gobiernos no deberían olvidar el gran problema que generó la limitada oferta de insumos médicos, bien de protección o de tratamiento. He allí la importancia de que los gobiernos inviertan en el desarrollo interno del país que dirigen, lo que en la UE ha sido denominado como “autonomía estratégica”, para garantizar la producción propia de los bienes esenciales en las cantidades adecuadas.

Narendra Modi, el primer ministro indio, declaró la semana pasada que la lección más importante de la pandemia ha sido la necesidad de la autosuficiencia. “No debemos mirar a otros países para satisfacer nuestras necesidades”, dijo, y quizás no se equivoca.

Con información de: Teckrispy