El que conoce a Sergio Vargas sabe que tiene una gran sen­sibilidad por el dolor ajeno. Que su casa siempre ha estado abierta para acoger a los hambrien­tos y aquellos que buscan mitigar el dolor, y por eso la solidaridad que le ha acom­pañado toda su vida, y estar cerca de los suyos, lo regre­saron a su amada Villa Al­tagracia, y así servirle a su gente.

“El Negrito de Villa” no ha tenido que esperar una pandemia, como la que en estos momentos atraviesa el mundo por el coronavirus Cuvid-19, para extender la mano a los desposeídos. Al conversar con la periodista Ynmaculada Cruz Hierro el merenguero desem­polva el acuerdo que hizo con Dios, a principio de los años 80, cuando partiendo a Santo Domingo a partici­par en el Festival de la Voz que produjo Rafael Solano y Yaqui Núñez del Risco, y viajando en un autobús pú­blico, con todas las caren­cias de ropa y zapatos, y un estómago vacío y doloroso por el hambre, de que si el Todopoderoso le ayudaba abrirse paso sería una bue­na persona y un facilitador de todo lo que llegara a sus manos.



“Hasta ahora he cumpli­do con ese acuerdo porque le tengo temor a Dios. Yo no puedo hacer video, fo­tos y notas de ninguna per­sona que reciba mi solidari­dad en sus manos, porque también creo que el que pa­sa una ayuda a alguien y lo da a conocer enviando una nota a los medios, al mismo tiempo lo está humillando”, expuso en las declaraciones al periódico Listín Diario.

El merenguero dejó cla­ro que respeta el proceder de algunos compañeros del medio artístico a quienes se les ha visto publicitando las donaciones y las ayudas que han realizado en medio de la pandemia.



“Solo trato de ver mi sa­tisfacción conmigo mismo y con Dios. Vivimos en una is­la en donde el resentimien­to y la amargura son el pan de la amargura para mucha gente”, expresó.