Al presidente Luis Abinader se le ha escuchado en varias oportunidades referirse a los llamados «incontrolables» cuando hace referencia al control que tienen las pandillas haitianas en su territorio, manifestando que allá serán incontrolables pero en la República Dominicana no, con esto busca dar confianza ante la incertidumbre que genera el convulso e inestable Haití. Pero resulta que en nuestro país tenemos incontrolables a los que a través de los años no les ponemos ningún control.

Los incontrolables en la República Dominicana se encuentran enquistados en los sindicados de transporte a los que los agentes de la Dirección General de Seguridad de Tránsito y Transporte Terrestre (DIGESETT), no les puede colocar multas por infracciones de tránsito.



Los incontrolables del transporte público vinculados a sindicatos no son sometidos a ninguna inspección vehícular.

Los incontrolables del sector dominado por el transporte de carga no respetan los límites de velocidad establecidos por ley.



Los incontrolables del transporte no respetan las zonas delimitadas para su tránsito, prefiriendo los espacios urbanos con mayor concurrencia de personas.

Los incontrolables del transporte sobrepasan su límite de carga.

Los incontrolables del transporte manejan borrachos o drogados.

Los incontrolables del transporte siquiera un seguro de ley tienen a sus patanas.

Los incontrolables del transporte utilizan vehículos pesados de doble remolque, de importantes empresas del país a los que no es les puede aplicar ley pues suelen adelantar partidas importantes de impuestos a los gobiernos que luego sucumben ante sus peticiones.

Los incontrolables del transporte ni una licencia de conducir poseen, sometiendo a sus empleados hasta 16 horas continuas de trabajo sin que el Ministerio de Trabajo se pronuncie al respecto.

Los incontrolables del transporte contribuyen a que la República Dominicana siga en la lista mortífera que coloca al país en el primer lugar en muertes por accidentes de tránsito en el mundo por cada 100 mil habitantes.

Siendo así señor presidente, deje que los incontrolables de Haití hagan lo que quieran en su territorio, pero encárguese de atender el país que a usted lo eligió para que esta y otras realidades cambiaran. De lamentos y condolencias en comunicados de prensa ya estamos hartos.