Los hombres adoran a las mujeres que los maltratan un poco. Como hizo Cleopatra, las mujeres tenemos que dominar la situación y los hombres caerán a nuestros pies. ¿No ves por la calle cantidad de mujeres que no son atractivas ni bonitas, del brazo de hombres increíblemente guapos? Eso te demuestra que lo que los hombres buscan en las mujeres no es belleza, caras lindas ni pechos turgentes, sino chicas carismáticas con verdadera personalidad. Esas chicas sin gracia que se llevaron al más apuesto, no lo han hecho esperando en su casa que las fueran a buscar ni diciendo a todo que sí, sino comportándose como verdaderas chicas malas.
Hombres y mujeres se aburren con los buenos y se fascinan con los malos. Después se quejan porque el malo solo piensa en sí mismo, pero es a quien le dedican todo su amor. Si se casan con el bueno, las mujeres extrañan y no olvidan al malo que las hizo sentir vivas.
Un investigador de la universidad de Nueva México pasó su vida estudiando por qué las mujeres los prefieren malos: ‘Ser narcisista, impulsivo, arriesgado y prepotente parecen ser características de una estrategia evolutiva exitosa’, dijo a la revista New Scientist. En una investigación entre 200 personas, hombres y mujeres se sinceraron diciendo que preferían a los malos, caprichosos y mandones como pareja, en lugar de alguien tranquilo, dócil y bueno.
En la Universidad Bradley, en Peoria, Illinois, se investigó a 35 mil personas de 57 países y concluyó que la atracción hacia los malos es universal, y alcanza a hombres y mujeres: ‘Los malos no solo son personas interesantes y respetables, sino que garantizan una descendencia de ganadores’.
Ser mala, te da una atracción sexual mejor que la mejor peluquería y el mejor jean ajustado. En la naturaleza, el malo es el que manda, es el más poderoso. Y los demás luchan por él: tiene los mejores genes. Y todos queremos tener hijos poderosos.
Los hombres se fascinan con las malas, porque calculan que ellas tienen algo más para darles, escondido bajo la manga, y si no se lo dieron aún, es porque ellos no hicieron el mérito suficiente. Entonces, hacen todos los esfuerzos para agrandar a la mala.
Ser buena carece del efecto ‘sorpresa’ porque el otro sabe que siempre vamos a ceder. Los hombres no se esfuerzan en agrandar a las buenas… ¡total, ya las tienen a sus pies! Pero son capaces de cualquier cosa con tal de conquistar a la mala, que parece siempre un trofeo imposible.
Las malas son arteras, y a los hombres les gusta luchar contra las adversidades y creer que hay un premio al final. Ellos sienten que a la chica mala hay que ganarla a fuerza de persistencia. A su vez, ellos ven en ellas cosas que querrían para sí mismos: confianza, seguridad, decisión… por eso ven a las malas como una enorme fuente de inspiración.
Pero, a veces, se quedan con ellas por puro temor. Nadie quiere hacer enojar a una bruja, ni quedar mal con ella, por temor a que tome venganza. De ahí que los varones se esmeran más: la llevan a los mejores sitios, gastan más dinero y les hacen mejores regalos.
Las brujas son chismosas, hablan pestes de quien las maltrató. No olvidan ni perdonan, por eso son más respetadas. Las buenas, en cambio, no critican a los demás y guardan los secretos. Es decir, que se las puede maltratar a gusto y alimentarlas con maníes, sin que protesten.
Una persona mala jamás es aburrida: te tiene entretenido usándote como asistente y haciéndote observar embelesado qué nuevas argucias pergeñará para que los demás le obedezcan sin chistar.
fuente: revistafucsia.com