Brasil llegó a Rusia ilusionada en los brazos de Tite, pensando que esta vez sí, que venía a recuperar el orgullo perdido. Pero no han arrancado las semifinales y ya está volando hacia casa, herida por un partido que se le escapó de las manos. Como el sueño del ‘hexa’, un lujo que el igualado fútbol global se empeña en negarle.

Todo sucedió muy rápido. En apenas media hora, esa Canarinha a la que todos llamaban favorita, la del temible Neymar y los números impecables ya había encajado dos goles.



Entonces se dispararon las alarmas. Y los recuerdos. Bélgica parecía tan desatada como lo estuvo otra selección europea en una agobiante noche de julio de hace cuatro años. Ahí estaban de nuevo los fantasmas de Alemania, con cuatro supervivientes de aquella pesadilla del 7-1 luchando en el campo. Entre ellos, el desafortunado Fernandinho, autor del gol en propia puerta contra Bélgica, repitiendo calvario.



Pero este Brasil era otro. Era el de Tite, ese que había resucitado frente al mundo, llegando a Rusia antes que nadie. Funcionaron las horas de diván con el técnico y la Seleçao levantó la cabeza en Kazán, inició la remontada y acabó el partido con 25 ocasiones por solo ocho de los belgas, según las estadísticas de la FIFA, para morir de pie. Pero caer igual.

«Es como la muerte de un ser querido, porque [el título] era el sueño de todos. Nos preparamos para ello. Estamos tristes por el clima que creamos, por el grupo, pero desafortunadamente pecamos en el primer tiempo y no conseguimos empatar», lamentó Renato Augusto, autor del gol de Brasil.

Después de dos años cuidando cada detalle, con 20 victorias, cuatro empates y solo una derrota en un amistoso, en 30 minutos todo se había venido abajo. Era la primera vez que el Brasil de Tite encajaba dos goles en un mismo partido -hasta entonces solo había recibido seis en total-, pero justo el día que no podía permitírselo.

«Es muy frustrante, va a ser muy difícil asimilarlo. Parece que me quitaron un pedazo de mí», confesó un abatido Gabriel Jesús, artillero de esta nueva era con 10 tantos, pero que se va de Rusia como el primer punta brasileño que cierra una Copa en blanco desde 1966.

Poco antes, un Neymar cabizbajo había salido del estadio sin hablar con la prensa. A él, que tantas esperanzas había puesto en este Mundial por el que no dudó en sacrificar su temporada tras la lesión, también le acababan de segar el sueño.

Cuestionado, y más protagonista fuera que dentro del campo, se va con apenas dos tantos, la mitad que en aquella Copa de 2014 que tanto quiso olvidar.

– Dolor –

Pero esta Bélgica encendida no tenía tiempo para los traumas de Brasil.

«El sentimiento es muy amargo, pesado. Son necesarios mis 30 años de carrera para poder estar sentado aquí ahora», admitió ante los periodistas un afectado Tite, afirmando sentirse sin fuerzas para hablar de futuro.

No era el único con el corazón destrozado. A Brasil le ardía la salida prematura, pero era aún peor la impotencia de no saber qué más hacer. Creían haber aprendido la lección, y no había sido suficiente. Solo un partido oficial perdido en dos años, y estaban fuera.

«La eliminación de 2014 fue muy complicada, pero esta está siendo más difícil», reconoció Paulinho al borde de las lágrimas. «Quizás por cómo salimos, luchando todo el tiempo, todo el partido encima de ellos. La confianza era muy grande», contó.

Tras un arranque dudoso contra Suiza (1-1), la Seleçao se había liberado ante Costa Rica (2-0) y divertido frente a Serbia (2-0).

Aunque fueron los tensos octavos contra México (2-0), con Neymar siendo por fin Neymar, y la vieja Canarinha orgullosa, los que dispararon los sueños.

– ¿Futuro? –

Pero, a pesar de que la temprana eliminación ha empeorado el funesto Mundial-2014 -del que Brasil salió goleado, pero en semifinales-, no hay resentimiento en un país que pide que el técnico continúe un trabajo que, para muchos, debía haber comenzado antes.

Nunca se sabrá qué hubiera pasado si, como él tanto deseó, Tite hubiera sido el elegido tras la debacle y no un salvavidas a mitad de ciclo.

«La selección cae precozmente por cuarta Copa del Mundo consecutiva. Es la eliminación más valiente de las cuatro», analizó el periodista Paulo Vinicius Coelho en Folha de Sao Paulo.

«Tite debe continuar. Es el mínimo de sentido común que se pide para un país que recibió el 7-1 y sintió que su fútbol había muerto hace cuatro años, y percibió que Brasil sigue en una élite. Solo que mucho más apretada», zanjó.

Ya no hay tronos indiscutibles, y Rusia se ha encargado de destrozar los últimos.