La conciencia examina los pensamientos y las acciones para determinar si concuerdan con los principios de una persona. Es importante conservar nuestro sistema de monitoreo interno en buenas condiciones para que sea confiable. Para que nuestra alarma moral suene en el momento correcto y por la razón correcta, debemos:

Aceptar la Palabra de Dios como nuestro estándar de conducta. Segunda a Timoteo 3.16 dice: “Toda la Escritura es inspirada por Dios; y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia”. Si decidimos adoptar los valores de nuestra cultura, que a menudo están en desacuerdo con los del Señor, nuestra conciencia no será confiable. En vez de eso, necesitamos que nuestro radar nos avise de la posibilidad de desviarnos del rumbo.



Alinear nuestra manera de pensar con la del Señor. Romanos 12.2 dice que renovemos nuestras mentes. Es un trabajo necesario y continuo para combatir lo que este mundo incrédulo acepta como verdadero y correcto.



Aplicar la Palabra de Dios a la vida diaria. Cuando nuestros hábitos reflejan valores piadosos, nuestra conciencia se volverá más sensible a lo que está bien y a lo que está mal.

Además, es vital que confiemos en el Espíritu Santo para tener entendimiento. Nuestra conciencia por sí sola es de cierta utilidad, pero se vuelve indispensable cuando está acompañada de la guía del Espíritu Santo (Jn 16.13).

La Biblia nos enseña cómo vivir, en cuanto a nuestra conducta y emociones. A medida que llenemos nuestra mente con las normas y la sabiduría del Señor, nuestra conciencia se volverá cada vez más confiable porque estará fundamentada en lo que es importante para nuestro Padre celestial.

Fuente Encontacto.org