En los últimos días han estallado las quejas por parte de los medios de prensa en relación con la disposición oficial de que el Gabinete de Salud es el único autorizado para informar sobre la situación de la covid en el país.

Funcionarios que antes hablaban del tema ahora ya no lo hacen, acatando así la medida impuesta por las autoridades ante el aumento de los casos. Esto ha provocado un “vacío” en las informaciones: las autoridades llevan muy bien su automordaza, limitándose al boletín epidemiológico que publican cada día.



El Gobierno debería saber, sin embargo, que ese boletín se revela insuficiente e ineficaz, puesto que los casos se están incrementando con fuerte intensidad y la población necesita una voz que la oriente en medio de la crisis sanitaria.

De hecho, si las autoridades restringen las informaciones pertinentes, se podrían disparar las especulaciones y rodarían por las redes sociales toda suerte de versiones. ¿Qué se estaría ocultando? ¿Qué tratarían de esconder? Los ciudadanos se preguntan estas y otras cosas, y esperan respuestas urgentes para sus preocupaciones.



Solo hay que recordar la cantidad de cosas que se dijeron en marzo, cuando se informó que un italiano trajo el virus. Ahora podría darse una situación parecida.

Indica Ling Almánzar en su artículo en El Nuevo Diario que las autoridades deberían explicar porqué endurecen las medidas si la tasa de letalidad sigue baja a pesar del incremento de los contagios. Esto significa que no hay correspondencia directa entre aumento de casos y cantidad de muertos. Entonces, ¿por qué recrudecer las medidas?

Además, pequeños y medianos comerciantes están sufriendo los rigores del nuevo toque de queda, principalmente sábados y domingos cuando arranca a las 12 del mediodía, lo cual golpea duramente las actividades comerciales.

El Gobierno incurre en una grave contradicción en su discurso y accionar: por un lado, el presidente Luis Abinader afirmó una y otra vez que la pandemia estaba “controlada”; por otro, actuó por impulso al recrudecer las restricciones. Le bastó el disparo de los casos para que, de golpe y porrazo, decretara medidas más estrictas y severas.

Esas medidas destrozaron planes familiares y agendas sociales. Primero, porque se tomaron por impulso, de forma espontánea y sin previo aviso; segundo, porque se anunciaron justamente a final de año, cuando ya todo estaba programado.

Pasa el tiempo y la gente se desespera aún más, llena de deudas y compromisos.

¿Qué pasará? ¿Se atrevería el Gobierno a endurecer aún más los rigores de un toque de queda insoportable?-