La incapacidad de los servicios israelíes de inteligencia de prevenir la sangrienta ofensiva sorpresa de Hamás obedece a una incomprensión total del movimiento islamista palestino, aseguran expertos.

Israel se vio sorprendido la mañana del sábado cuando Hamás disparó miles de cohetes desde la Franja de Gaza, donde gobierna, e infiltró en suelo a israelí a un millar de combatientes, que dejaron al menos 700 muertos y capturaron a un centenar de personas más.



El ejército desplegó a decenas de miles de soldados en el sur, que siguen batallando contra los islamistas, y su aviación bombardeó cientos de objetivos en la Franja, con un saldo de al menos 560 muertos según el último balance oficial.

«Se trata de un enorme fracaso del sistema de inteligencia y del aparato militar en el sur» del país, limítrofe con Gaza, destaca el general retirado Yaakov Amidror, consejero de Seguridad Nacional de Israel de 2011 a 2013.



Pero más allá del fracaso de los servicios de inteligencia a la hora de detectar este ataque, minuciosamente preparado, la idea que las autoridades de Israel tienen de Hamás es totalmente equivocada, según dice a la prensa este general.

«Hemos cometido un error monumental, y me incluyo, al creer que una organización terrorista podía modificar su ADN», añade Amidror, actualmente investigador en el Instituto de Estrategia y Seguridad de Jerusalén.

«Nuestros amigos en todo el mundo nos dijeron que (Hamás) se estaba comportando de manera más responsable, y nosotros fuimos tan estúpidos que nos lo creímos».

 

– Política de incentivos económicos  –

 

Hamás, considerado por Israel, la UE y Estados Unidos como una organización «terrorista», controla la Franja de Gaza desde que echó por las armas a su rival Fatah en 2007, dos años después de que Israel se retirara unilateralmente del enclave, donde había colonias judías.

La carta de Hamás, enemigo jurado de Israel, contra el que llama a la lucha armada, propugna un Estado islámico en el conjunto de los territorios palestinos. Israel sigue ocupando Cisjordania y Jerusalén oriental, la parte de mayoría palestina de la ciudad santa, anexionada.

Tras la guerra de 2021, y después de varias contiendas con Hamás en las que trató de destruir la infraestructura militar del movimiento palestino, Israel optó por una política de incentivos económicos para garantizar una tregua duradera.

Así, aumentó los permisos de trabajo y de comercio acordados a los gazatíes, lo que permitió entrar a unos 18.500 trabajadores en Israel. El desempleo en Gaza es muy elevado, y afecta a la mitad de la población.

Israel consideró que esta política de incentivos económicos podía ayudar a mantener la calma.

El 1 de octubre, el consejero de Seguridad Nacional de Israel, Tzaji Hanegbi, destacó en ese sentido que Hamás no había disparado cohetes en los dos últimos años. «Hamás está demostrando una gran contención», y sabe el precio que tendría una escalada, dijo a la radio militar.

 

– «Equivocación total» –

 

Michael Milshtein, director del Foro de Estadios Palestinos en la Universidad de Tel Aviv, declaraciones de este tipo demuestran que «teníamos una idea totalmente equivocada acerca de Hamás».

«Se ha derrumbado la noción de que los incentivos económicos podrían disminuir la motivación de Hamás de cometer actos terroristas, o incluso empujar a la opinión pública (palestina) a oponerse al movimiento» islamista, dijo a AFP.

«Estamos ante una organización ideológica radical, ¿piensa usted de verdad que se puede sublimar su ideología? ¿o cambiarla? Es una equivocación total», asevera Milshtein, un oficial de inteligencia retirado.

Mientras tanto, recuerda, «se fortalecieron y prepararon la próxima etapa de su guerra».

«La operación estaba preparada desde hace casi un año, lo increíble es que en ese año Israel siguiera aumentando el número de permisos de trabajo [a los palestinos] y las concesiones», opina.

«El punto de vista de Israel era que Hamás no quería una escalada», pese a que el mensaje «estaba claro». Pero los responsables políticos y militares «no quisieron creerlo», apostilla Milshtein.