La idea de que podríamos estar viviendo en una simulación informática es algo más que una historia de ciencia ficción parecida a la de la película Matrix. Es una hipótesis que está siendo considerada y debatida por filósofos y físicos desde que en 2002 Nick Bostrom la sugiriera en la Universidad de Oxford (Reino Unido).

De ser correcta, la alarmante pero lógica conclusión que se deriva de ella dejaría obsoleto el esfuerzo intelectual realizado durante décadas. Paradójicamente, volveríamos al principio.



La hipótesis de la simulación de Bostrom sostiene que si un día fuese posible construir simulaciones del cosmos pobladas por seres conscientes, seguramente ahora mismo estemos viviendo en un universo de ese tipo, generado por ordenadores.

Este planteamiento da por sentado que, con el tiempo, obtendremos el poder de computación necesario para crear simulaciones de la historia humana que sean lo suficientemente detalladas como para que los individuos simulados que se encuentren dentro de ellas tengan consciencia. Si se diera ese caso, desde el punto de vista estadístico es probable que estemos viviendo en una simulación, puesto que las citadas entidades simuladas serían mucho más numerosas que las no simuladas.



Las posibilidades aumentarían aún más si, llegados a un punto, las primeras hicieran, a su vez, sus propias simulaciones, en realidades que se reproducirían infinitamente unas dentro de otras. “Todo esto nos muestra algo muy importante sobre la naturaleza del mundo.

La misma estructura de la realidad podría ser muy distinta de lo que pensamos”, asegura Bostrom”. En su opinión, tales simulaciones solo serán posibles cuando las máquinas superen a los humanos en inteligencia, pero, tanto si ocurre en una década como en 10.000 años, el argumento sería válido, con independencia de la escala temporal. Es más, tal vez ya ha sucedido y nosotros formemos parte de ello.

¿Podremos saberlo algún día? Algunos físicos han sugerido que es posible hacer experimentos para averiguarlo. “En nuestra simulación podrían darse algunas cosas que quizá nunca sucederían en la realidad”, afirma Preston Greene, filósofo de la Universidad Tecnológica de Nanyang, en Singapur. Podemos observar ciertos comportamientos de los rayos cósmicos de energías ultraaltas que, según los físicos, no pueden simularse al cien por cien de acuerdo con las leyes de la naturaleza.

Las anomalías que se han detectado en ese sentido podrían constituir una prueba de que la realidad no es lo que parece ser. Pero debemos proceder con cautela. Tal descubrimiento podría resultar catastrófico. Si los responsables de nuestra simulación se dieran cuenta de que nos hemos percatado de ello, nos podrían desconectar.

Pero incluso si fuésemos parte de una simulación, ello no haría menos auténtica la realidad que experimentamos, asegura Greene. Simplemente, cambiarían algunas de las creencias metafísicas que mantenemos sobre el universo. “No se alteraría el hecho de que estoy sentado a una mesa ahora mismo. Lo que cambiaría es de qué está hecha la mesa”, afirma. En lugar de quarks, serían bits.

Ello, de hecho, no se encuentra tan alejado de algunas de las teorías que se han propuesto sobre la naturaleza fundamental de la realidad y que sostienen que, en su nivel más básico, el cosmos se compone de información. También explicaría el misterio del origen: nuestro universo fue creado por una inteligencia sobrehumana. ¿Nos recuerda a algo?

Obviamente, la hipótesis de la simulación no proporciona la respuesta definitiva a la pregunta de qué es la realidad. Incluso si las simulaciones superan ampliamente a las no simulaciones, todavía sería necesario la existencia de un nivel básico de realidad sobre el que la primera de ellas se crease en el pasado o vaya a crearse en el futuro. La naturaleza de la auténtica realidad, por así decirlo, seguirá demandando una explicación. La búsqueda, por tanto, continúa.

*Este artículo fue originalmente publicado en una edición impresa de Muy Interesante