Lo obsesiona el universo, su aprendizaje acelerado lo llevó a la universidad tempranamente y en poco tiempo comenzó a recibir remuneración como investigador de física cuántica. En la actualidad estudia un doctorado en esta misma materia en la Universidad de Indiana.
Es una historia de vida difícil de creer para un joven de 14 años diagnosticado con autismo y que es ubicado como uno de los futuros ganadores del premio Nobel de Física tras desarrollar a los 12 años una teoría sobre astrofísica.
Jacob Barnett nació en Indiana, Estados Unidos, y su tratamiento comenzó a la par con el diagnóstico que se le realizó a los dos años.
La madre de Jake, Kristine Barnett, declaró a BBC que el escenario anticipado por los médicos fue más bien pesimista. De hecho, desde el momento que se les dijo la enfermedad que afectaba al muchacho, éste no habló en un largo tiempo.
Las dificultades para criar al pequeño Jake y lograr que hablara nuevamente fueron inmensas. Sin embargo, para Kristine la sorpresa mayúscula cuando el niño recuperó el habla, explayándose en cuatro idiomas.
Posteriormente se decidió, apartándose de los dictámenes de los terapeutas, dejar que el muchacho se desenvolviera como el resto de los chicos de su edad, concentrándose en potenciar sus lados positivos.
La familia ya había advertido que Jake tenía una habilidad notoria con las matemáticas. Él se encargaba de empapelar las paredes e incluso el suelo con ejercicios que, según afirmó, “tenían mucho sentido”.
A los tres años y medio era capaz de comprender conceptos avanzados de física y a los 8 comenzó a asistir a clases en la universidad.
Lo que podría haber acabado como una historia de eterno silencio y largos tratamientos culminó en la exhibición al mundo de un ejemplo de amor abnegado y educación capaz de hacer frente a mentes tan desarrolladas como las de Jacob Barnett.
