El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, amenazó este lunes con cancelar todo el proceso de aproximación a Cuba, a menos que la isla acepte negociar un «mejor acuerdo» tanto para los cubanos como para los estadounidenses.

cubanos-con-trump



En un mensaje en Twitter, Trump dijo estar dispuesto a «poner fin» al proceso iniciado por Washington y La Habana en 2014 y que el año pasado condujo a la reapertura de las respectivas embajadas después de medio siglo de ruptura.

«Si Cuba no está dispuesta a hacer un mejor acuerdo para los cubanos, los cubano-estadounidenses y los estadounidenses en general, pondré punto final al acuerdo», expresó el presidente electo en su mensaje.



En contrapartida, la Casa Blanca defendió el acercamiento con La Habana, insistiendo en que ha beneficiado tanto a los cubanos como a los estadounidenses.

«Luego de cinco décadas sin ver resultados, el presidente creyó que era momento de intentar algo diferente», dijo el portavoz de la Casa Blanca, Josh Earnest, al apuntar que la reapertura de la embajada estadounidense en La Habana, el reinicio de vuelos directos y otras medidas no son «concesiones» sino que sirven a los intereses estadounidenses.

Asunto «muy complejo»

Este lunes, el portavoz del equipo de transición al nuevo gobierno, Jason Miller, buscó matizar levemente la enérgica declaración de Trump, pero afirmó que la nueva administración no apoyará un entendimiento en el que los estadounidenses sean «tomados por tontos».

«Claramente Cuba es un asunto muy complejo, y el presidente electo está al tanto de los matices y complejidades sobre el desafío que los cubanos y la isla enfrentan. De modo que será un asunto al que él se dedicará cuando sea presidente» en funciones, comentó.

No obstante, Miller añadió que Trump «quiere ver libertad en Cuba para los cubanos, y un buen acuerdo para los estadounidenses en el que no seamos tomados por tontos».

Con relación a Cuba, dijo el vocero, las prioridades del nuevo gobierno estadounidense serán presionar por la liberación de presos políticos, el retorno a Estados Unidos de personas que huyeron de la ley, y el restablecimiento de libertad «política y religiosa».

En la jornada del sábado, en medio de la conmoción provocada por la noticia del fallecimiento de Fidel Castro, Trump había emitido una nota oficial en la que afirmó que su gobierno «hará todo lo que pueda» para garantizar la «prosperidad y libertad» de los cubanos.

Por el momento, sin embargo, no está claro de qué forma el nuevo gobierno podrá dar marcha atrás en el proceso de aproximación entre Washington y La Habana, ya que no se trata de un acuerdo único firmado por las partes sino de un diálogo para restablecer relaciones rotas hace medio siglo.

Decretos reversibles

Parte de ese esfuerzo para «normalizar» las relaciones bilaterales es el compromiso estadounidense de iniciar en algún momento el desmonte del embargo económico y comercial a Cuba, iniciado en 1962 y convertido en ley en 1992.

Pero con las dos cámaras del Congreso dominadas por el partido republicano y con Trump en la Casa Blanca, las perspectivas de que el poder legislativo estadounidense inicie ese desmonte se tornan difusas.

En los últimos dos años el presidente Barack Obama había flexibilizado por decreto normas administrativas relativas al embargo, y esas medidas podrían ser revisadas por el futuro gobierno.

Ya el domingo Kellyanne Conway -quien fue la jefa de la exitosa campaña electoral de Trump- había adelantado que el presidente electo consideraba que ese proceso de aproximación se había iniciado sin concesiones por parte de Cuba.

«Su crítica a lo que ha ocurrido en los últimos dos años es simple, es que no conseguimos nada a cambio» del restablecimiento de las relaciones diplomáticas, dijo Conway.

Por su parte, el futuro jefe de gabinete de Trump, Reince Priebus, dijo a una red de televisión que «debemos conseguir un mejor acuerdo» con Cuba, y evitar «un entendimiento de una sola vía».

Al expresar sus condolencias al pueblo cubano por la muerte de Fidel Castro, el gobierno de Obama había reforzado el compromiso de la Casa Blanca con la actual política de aproximación.

Obama extendió el sábado «una mano de amistad» a los cubanos y el secretario de Estado, John Kerry reafirmó el apoyo de Estados Unidos a «la profundización de nuestro compromiso con el pueblo cubano, hoy y en los próximos años».

La muerte de Castro puso en evidencia la clara diferencia de tono entre el saliente gobierno y la futura administración en la Casa Blanca hacia Cuba: mientras Obama dijo que la historia «juzgará el enorme impacto» al líder cubano, Trump lo llamó un «dictador brutal».