Si el hombre pudiera vernos como Dios nos ve, las críticas no existirían, desaparecerían completamente de nosotros. De esa forma dejaríamos de hacer tanto daño y causar tanto dolor sin necesidad, porque cuando levantamos nuestra voz para juzgar, esto da lugar a una serie de sucesos posteriores, lo cual será imposible controlar si no lo detenemos.

La crítica es producto de nuestro propio concepto, del cual creemos que es lo correcto. Esto provoca que demos riendas sueltas a lo que pensamos sin escatimar el daño emocional y espiritual que causa. A veces, somos intolerantes ante los hechos de los demás y nos revelamos de una forma en que hacemos daño, enjuiciando lo que hacen. Tenemos que saber que las críticas no son buenas y, si tenemos el corazón de Dios, ¿cómo podemos actuar de esa manera? Esto demuestra que pocos Lo conocen, porque cuando Lo conocemos cambiamos nuestra actitud hacia los demás.



Con criticar no se consigue algo bueno, sino que se expande el mal dando origen al rompimiento de los lazos de amistad, de la unidad conyugal y de las relaciones familiares. Antes de criticar recordemos que todos nos presentaremos delante de Dios para ser juzgados. Qué pena sería ver que alguien a quien tanto criticamos está mejor delante de Dios que nosotros mismos. Si hablas, hazlo para edificar y no para destruir, porque somos portadores de bendición, no de maldición.

Por la pastora Montserrat Bogaert/ Iglesia Monte de Dios