El aumento de la temperatura del agua en el Mediterráneo, el caos político y las infraestructuras deficientes son las principales causas de las devastadoras inundaciones en Libia, según los expertos.

La tormenta Daniel se formó alrededor del 4 de septiembre y causó muerte y destrucción en Bulgaria, Grecia y Turquía la semana pasada, antes de llegar a Libia.



Estas tormentas mediterráneas que tienen características de ciclones y huracanes tropicales, llamadas «medicán» (contracción de «Mediterranean hurricane»), sólo ocurren de una a tres veces al año.

Para formarse, necesitan flujos de calor y humedad, «reforzados por las temperaturas cálidas de la superficie del mar», subraya Suzanne Gray, profesora del departamento de meteorología de la Universidad de Reading, en Bretaña.



Desde hace varias semanas, las aguas superficiales del Mediterráneo oriental y del Atlántico son entre dos y tres grados centígrados más calientes de lo habitual.

«Probablemente hayan provocado precipitaciones más intensas», declararon varios científicos durante una reunión del sistema de alerta meteorológica del Reino Unido.

 

– Cautela –

 

«Existe una relación directa entre el aumento de las precipitaciones y las inundaciones. A esto se suman las condiciones meteorológicas locales. En este caso, se debe a un bloqueo persistente de la alta presión, que actualmente se está disipando», explican los científicos.

Pero los expertos admiten que por el momento es difícil decir si este tipo de eventos serán más frecuentes en el futuro.

Según algunos modelos, el cambio climático podría reducir el número de ciclones en el Mediterráneo pero aumentar su intensidad.

La mayoría de los científicos se muestran reacios a establecer vínculos directos entre fenómenos meteorológicos individuales y el cambio climático a largo plazo.

Sin embargo, la tormenta Daniel «ilustra el tipo de inundaciones devastadoras que podemos esperar cada vez más en el futuro» a medida que el mundo se calienta, dijo Lizzie Kendon, profesora de ciencia climática en la Universidad de Bristol.

Según el Observatorio Europeo Copernicus, el sobrecalentamiento de las temperaturas de la superficie del mar, que absorbe el 90% del exceso de calor producido por la actividad humana desde la era industrial, está provocando niveles récord de calor en todo el mundo y 2023 será probablemente el año más caluroso de la historia.

 

– El clima no lo explica todo –

 

Pero el clima no lo explica todo.

Algunos analistas creen que el fragmentado escenario político de Libia -desgarrado por más de una década de guerra civil tras la caída del dictador Muamar Gadafi, que gobernó de 1969 a 2011- también contribuyó a la catástrofe.

El país norteafricano está dividido entre dos gobiernos rivales: la administración internacionalmente reconocida por la ONU con sede en la capital Trípoli, en el oeste, y una administración separada en la región oriental, la que se vio afectada por las inundaciones.

«Es cierto que el cambio climático puede hacer que los fenómenos meteorológicos extremos sean más frecuentes, más impredecibles y más violentos, de forma que pueden exceder la capacidad de nuestra infraestructura y sistemas existentes para afrontarlos», señala Leslie Mabon, profesora de sistemas ambientales en la Open University del Reino Unido.

«Pero al mismo tiempo», según esta especialista, «los factores sociales, políticos y económicos determinan quiénes y dónde estamos más expuestos al riesgo de sufrir mayores daños cuando ocurren estos eventos extremos».

La pérdida de vidas también es consecuencia de la naturaleza limitada de las capacidades de pronóstico, alerta y evacuación de Libia, observa Kevin Collins, profesor de la Open University.

La catástrofe ha destapado las deficiencias en las infraestructuras y en los estándares de planificación y diseño de la ciudad, añade.

Las condiciones políticas en Libia «plantean desafíos para el desarrollo de estrategias de comunicación y evaluación de riesgos, para la coordinación de las operaciones de rescate y también, potencialmente, para el mantenimiento de infraestructuras críticas como las presas», añade Leslie Mabon.