En el este del estado de Nebraska, a 20 minutos de su mayor ciudad, Omaha, se encuentra Offutt, una de las bases más importantes de la Fuerza Aérea de Estados Unidos.

Run Hubbard, delante de un modelo de búnker vendido a su empresa, Atlas Survival Shelters.

En la pista de despegue, un Boeing 747 reformado tiene los motores encendidos, el estanque lleno y el personal y los pilotos listos para partir. El avión podría despegar en unos 12 o 15 minutos, poniendo al presidente de EE.UU. a salvo en caso de que explotase una bomba nuclear o su país sufriera un ataque terrorista.



Una aeronave de otro tipo acompaña al presidente en casi todos sus desplazamientos. La Fuerza Aérea estadounidense nunca se ha pronunciado oficialmente sobre esos aviones, pero a lo largo de los años los periodistas han conseguido esbozar un retrato de la flota secreta por medio de entrevistas y minuciosas investigaciones.

En situaciones extremas, el presidente, su familia, los congresistas o miembros importantes de las Fuerzas Armadas son trasladados a Ravenrock, por ejemplo, una base militar subterránea en Pensilvania. No obstante, si bien los miembros del Gobierno están protegidos de las catástrofes naturales, las bombas y las pandemias, no existen búnkeres suficientes para dar refugio a la población del país.



Comparadas con el aparato de seguridad del cual goza el Gobierno estadounidense, las directrices oficiales para los ataques con bombas nucleares parecen una broma: de acuerdo con estas orientaciones, no se puede mirar directamente en dirección a la luz de la explosión, además de tener que tirar la ropa y darse un baño para eliminar la contaminación radioactiva. La principal orden, sin embargo, es refugiarse bajo tierra o en el interior de los edificios.

Superprotección para el presidente

Las empresas privadas están lucrando con las amenazas actuales a la población. Quien cree que el sótano de su casa no está lo suficientemente protegido puede contratar a empresas como Atlas Survival Shelters o Rising S Bunkers, que construyen e instalan búnkeres subterráneos. Estos pueden ser redondeados o cuadrados, con sistemas de filtro del aire y amueblados. La demanda está creciendo.

Ron Hubbard, fundador de Atlas Survival Shelters en Texas, habla de un nivel de demanda de búnkeres que él solo conoció en la Guerra Fría. Esta vez, según Hubbard, el motivo es el miedo al terrorismo, a las catástrofes naturales y, principalmente, a un conflicto nuclear con Corea del Norte. Los diferentes ensayos nucleares llevados a cabo por el líder norcoreano, Kim Jong-un, parecen estar surtiendo efecto en Estados Unidos.

Si fueran ciertas las previsiones del «reloj del juicio final” (doomsday clock en inglés), el nivel de amenaza está aumentando. Creado hace 70 años, el reloj simbólico muestra cuándo es inminente la llegada de una catástrofe para el mundo, sea esta un desastre natural o provocado por las armas nucleares.

El riesgo ha sido avalado por el gremio del Bulletin of the Atomic Scientists (boletín de los científicos atómicos), del cual forman parte 17 galardonados con el Premio Nobel. Actualmente «faltan dos minutos y medio para media noche”, dice el reloj. La amenaza solo fue tan inminente en 1953, con el comienzo de la Guerra Fría.

Aumento de los riesgos

Las razones del «aumento del peligro” son varias. Que el aumento se deba especialmente a la probabilidad de una guerra nuclear obedece al reciente conflicto entre EE.UU. y Corea del Norte. Las armas nucleares son las únicas armas de destrucción masivas que todavía no han sido prohibidas por un acuerdo internacional.

Oficialmente, nueve países poseen un total de 15.000 armas nucleares. Entre ellos están EE.UU., Rusia, China, Francia y Reino Unido. Ninguno de estos países está participando en las negociaciones para un acuerdo de desarme nuclear propuesto por la Organización de las Naciones Unidas, como se hizo con las armas químicas y biológicas.

Merkel reitera que con Corea del Norte el camino a seguir es el de la diplomacia.

Políticos y científicos de renombre defienden una prohibición de las armas nucleares, entre ellos William J. Perry, que fue ministro de Defensa de EE.UU. entre 1994 y 1997, durante el mandato de Bill Clinton. También Eric Kandel, Premio Nobel de Medicina, ha pedido que los líderes mundiales prohíban las armas nucleares. Para Kandel, tendría más sentido reducir la posible violencia que saber que armas con el poder de destrucción de bombas atómicas están en manos de personas que no son plenamente conscientes de su responsabilidad.

Al mismo tiempo, el temor relativo a las catástrofes naturales también es bastante pronunciado entre los estadounidenses. Los recientes huracanes Harvey e Irma y sus rastros de devastación hicieron que la demanda de búnkeres creciera, dice Hubbard a DW. Los modelos más simples de su empresa cuestan 36.000 dólares, a lo cual se suman los costes de instalación y montaje.

Lucro con búnkeres

Para Atlas Survival Shelters y Rising S Bunkers, el miedo de los ciudadanos del país a un ataque nuclear implica un lucro histórico. Las dos empresas están sobrecargadas. Hubbard contó que vende cerca del millar de búnkeres al año por todo el mundo. Muchos de ellos se venden a empresas que compran modelos mayores, capaces de albergar a todos sus trabajadores.

Los búnkeres con capacidad de entre 10 y 12 personas cuestan a partir de 77.900 dólares, sin contar el montaje. El búnker más barato cuesta 10.000 dólares, también sin montaje. «Aquí es importante tener también una oferta para familias de renta baja”, dijo Hubbard.

En EE.UU., Hubbard acostumbra vender búnkeres a personas de renta alta, aquellas que «lo tienen todo: avioneta particular, Ferrari y casa de vacaciones”. Para esos clientes los búnkeres son más un juguete o un objeto de prestigio que una forma de garantizar la supervivencia. También hay modelos con restaurantes, cine y hasta piscina.

En el video de marketing, Hubbard llama a los búnkeres «caverna para el hombre”. El mismo también construyó uno para su familia, donde expone con orgullo sus 58 armas.

Juguete para millonarios

Los emprendedores adinerados de Silicon Valley también parecen estar preparándose para el fin del mundo como si de una gran aventura se tratase. En grupos cerrados de Facebook, los estadounidenses ricos intercambian ideas sobre máscaras de oxígeno y parafernalias de búnkeres.

Un ejemplo es Steve Huffmann, de 33 años, fundador y CEO de la plataforma de internet Reddit. En la revista The New Yorker dijo estar cada vez más preocupado por la estabilidad política en EE.UU. También se dice que el multimillonario Bill Gates ha comprado varios búnkeres para sí mismo y su familia, informó DW.

Hubbard afirma que no es necesario que llegue el fin del mundo para usar uno de estos búnkeres. Él aconseja: «Mientras no el mundo no se acabe, invite a sus amigos a jugar al póquer y a fumar cigarrillos en la caverna”. Por suerte, los búnkeres tienen un sistema de filtrado del aire.